sábado, 19 de mayo de 2007


¡DE TERROR!

Apareció de repente. Terrorífico. En silencio. Todo él lo decía todo. Irradiaba horror. Me asustó. Aún en silencio su aspecto espeluznaba.Imponía el espanto. Supe en ese instante que era el autor del desastre por la mirada asesina mezclada con temor y contrición. ¡Cómo había arrasado a su paso! ¡Increíble! ¡Ni un vidrio sano! Atiné a ver sangre. Algo raro para su estilo, según sus antecedentes. Por un momento creí morir. Por un segundo presumí el ataque. Pero no. Pasó de largo como una ráfaga. Respiré aliviada y me dije, por esta vez, zafé. ¿Cómo haré en una próxima?
¡Te odio!¡ ¡Infame gato negro de mi vecina!

lunes, 14 de mayo de 2007

El ascensor
...Un día más que fresco, frío, de ésos en que el cuerpo necesita el calor de otro cuerpo aterido igualmente….un día como... extraño….Sentados a la mesa, en el disfrute de una cena en familia, los niños con sus preguntas, la salsa en las comisuras de esos labios adorables y el jugo de frutas vertido sobre el mantel. ¡Mas qué importancia tenía el desaliño del momento! Estábamos en familia y lo había logrado
El ascensor del edificio subía hasta el piso 22. No solíamos advertir su paso porque no emitía ruidos. Por lo general se escuchaba muy suave el sonido de las poleas que lo impulsaban pero ese día todo era silencio, tan silencioso era, que se oía el silencio. ¿Alguna vez han escuchado la melodía del silencio? Podría decirse que una pluma acaricia el cuerpo en un polvo mágico que se expande alrededor, o un aire gélido conmueve las entrañas hasta hacer que el entorno estremezca. El silencio es como un secreto reservado, una paz enmudecida. Es la taciturnidad de los cementerios.
Discerniendo eso estaba y nos observé .Parecíamos salidos de una película de Chaplin. ¡Si hasta Lalo parecía Carlitos Chaplín! Mudo, tieso, medio pálido estaba y Celeste, un angelote, quietecita, haciendo muy buena letra... Todo normal hasta el primer grito. Luego otro.
Me levanté de mi silla y de un salto llegué hasta la puerta del ascensor detenido en nuestro piso, desde donde creí proferían los gritos. Parecería que animales feroces estaban en una atroz pelea. Asustada, no me animé a abrir la puerta del maléfico vehículo detenido, como si fuera la del Infierno del Dante. Me armé de coraje, la separé y quedé estupefacta, muda.
El elevador estaba vacío…No era posible ¿y los gritos? ¿y los ruidos? ¿y los golpes? ¡Yo que de golpizas y mal trato sabía tanto!
Por querer olvidar las vejaciones he pasado miles de noches con el recuerdo de la vislumbre de ojos taladrando mi cara y mi cuerpo despojado de todo, el olor de la suciedad y el crujir extraño del calzado. Ese calzado que trataba de recordar en qué otro lugar lo he oído rechinar aunque busque y rebusque en mi archivo no cerrado. Miré hacia atrás y allí estaban los pequeños, mi hermosa corte de los milagros, asombrada y se repetía el silencio de los cementerios.
¿ Los muertos en el cementerio están en silencio? Esta vez fue la voz de Celeste. ¿Sí o no? Porque esto lo parece.
Ante la nada regresamos al departamento.Tratamos de olvidar apenas, lo sucedido. Nos acostamos y hasta que Celeste y Juanfran se durmieron pasaron varios cuentos. Ricardo y yo nos quedamos desvelados ya muy entrada la mañana. Cada cual fue a su actividad y a la nochecita, ya todos de vuelta,, preparé la cena como de costumbre.
Charlábamos sobre las tareas el día. Se repitió la historia de la noche anterior. Ricardo se paró de golpe, los chicos comenzaron a lloriquear y yo me paralicé. Esta vez, Ricardo fue sólo hasta el ascensor, y abrió la puerta de un tirón. En el piso y las paredes había manchas y rayas oscuras y en el techo una marca indescriptible. Se tomó un tiempo para pensar, me miró perplejo y le dije que eso era un juego estúpido de estúpidos.
Así seguimos considerando el episodio pasando el tiempo, hasta las vacaciones de verano, tan esperadas por los cuatro.
La noche anterior a la mañana en que habíamos decidido partir de vacaciones, cada cual en nuestra cama nos dispusimos a dormir pronto, para estar bien relajados para el viaje, especialmente, los dos que conduciríamos el automóvil. Pero el sueño a los niños no les llegaba para nada. Al fin sobrevino la quietud y la tranquilidad.
Por la mañana, con las valijas ya en el coche, Ricardo me recordó que debía dejarle las llaves al portero. Para que él no descendiera me ofrecí a hacerlo yo, mientras aprovechaba a encender un cigarrillo, de los rubios, que me gustan y me decidí a ir en busca del buen hombre. Llamé el ascensor, abrí su puerta y ¡oh! ¿Y esto? ¡Ah!... ¿pero quién? ¿Quién me pega? ¡Ay qué do- - - lor! ¡No veo nada! ¡Ricardo!…chicos… ¡qué sombras!… la llaves…Don Esteban…usted. Era usted, ¡como en todo este tiempo…cómo no lo reconocí por su respiración sibilante, por el jadeo que escuché durante ese tiempo….ay… y por el crujido inolvidable de sus botines…!

lunes, 7 de mayo de 2007

Y ESA "COSA"

Y ESA COSA
Tan objetado por los que bien escriben. No puedo reemplazarlo por ente, entidad, elemento, objeto, asunto, cuestión, tema, esencia. Tiene que ser, cosa. ue esa cosa la que tuve ya muy chica. Una cosa acompañada de sensaciones.
En la Escuela Normal Nº 7 era una más a no ser por el deporte en el que me destacaba, la copa de voley, la de pelota al cesto, “1 2 3 1 como el 7 no hay ninguno”, y era feliz. Y la barra de los cinco años que entonces pasaron lentos y hoy tan efímeros. La barra, el grupo cuyas caras no olvido, Edith S, Rita E, Esther G, Martha T. y yo.
Después vino la Facultad, me pasó igual. Era nadie. Pero estaban Ruth S. y Berta M.
En el Hospital fue diferente, era útil. Estaban mi jefa Sara E. Reneé B. y Sarita W. Pero “la cosa” rondaba el aire.
Siguieron cursos, disímiles, el arte, la plástica, la cosmética, la estética, la jardinería. Presente en toda actividad el denominador común y no me daba cuenta.
Al cumplir casi 50 años de egresada de la Escuela Normal me uní al grupo de egresadas y entrando en al comisión hice migas con quien aún es mi amiga, Diana B.
¿Cuál era el común que utilizaba en la elección de las compañeras o amigas? ¿Qué motivaba mi empatía en la adopción?

Cuando los años negros, a ella no la elegí. Ella vino a mí. Deborah se me acercó una tarde lluviosa para decirme que tenía la cartera abierta y me traería complicaciones. Se lo agradecí y ella hizo un mohín tan femenino, tan dulce que me quedó grabado.
La encontré tiempo más tarde. Era la misma y no. La invité a un café en plena calle Corrientes, en La Paz. Un minuto, dijo. Miró hacia todos lados y me pidió la disculpara, debía encontrarse con su mamá. Dudé de su veracidad. Presentí que no quería presentaciones. No me dio opción alguna. Quedé mirando la calle, como disimulada. Pasaron por mi lado decepcionándome y saqué un pucho y me quedé pensando.
Una mano tocó mi hombro y una rubia mujer, cincuentona, crespa, ojiazules, clavó los suyos en los míos. ¿Usted es la amiga de Clari? Se disculpó. Hoy no. Hoy no. ¿Podríamos tomar un café otro día?
Tan extraño todo. Y sí, cómo no. Será un placer. Mi nombre es Sofía, usted es… la mamá de Clari.
Volví el día que fijamos. Esperé hasta el cansancio. La rubia ojiazul no vino. Pasó el tiempo como pasa siempre.

La beca que conseguí en la Facultad me llevó a España, Barcelona, premio por destacarme en pintura y me volvía loca por conocer el museo de Dalí e intentar llegar a Madrid para recorrer el del Prado.
En una noche de tascas, en Barcelona la encontré. ¡Era Clara! Más mujer, pelo corto, muy señora. No la había olvidado. Y la encuentro lejos. Maravillosos los giros de la vida. Entre una que otra copa supe de Clari. De sus ideales, sus dolores, vejaciones y el reconocer bajo la capucha a quienes todavía están vivos y a la espera. Yo siempre opino que esperan.
Nos despedimos con la promesa de un reencuentro.
Una mañana me senté en un banco de una plaza del barrio de Sarria. Se abrió el cielo de Barcelona con Edith, Rita, Esther, Ruth, Berta, René, Sara, Diana, Déborah y esta Clari. Y descubrí “la cosa”.
Todas eran judías. ..y esa cosa de tener siempre amigas judías a mi lado. Ese furor que me atacaba ante el antisemitismo, como hoy con la portación de cara oscura, que me lleva al porqué de la búsqueda del origen de mis ancestros, hija de porteños, con mi apellido paterno catalán, céltico y probablemente judío.
Ahí está “la cosa “.

sábado, 5 de mayo de 2007


DESCANSO
La tarde se presta al descanso. ¡Qué claro está el cielo, tan claro como la inmensa fuente de agua que se funde en el confín con el horizonte! El silencio llega a molestarme y siento latidos muy fuertes en mi cuerpo todo. En realidad debería tener paz. Pero no. Mi mente jamás descansa, ni aún dormida.No logro concentrarme ni en la tranquilidad que me rodea. Oigo voces que llegan de lejos, se acercan cada vez más, pero no es fantasía.Sonvoces verdaderas. Voces con carne, sangre, ojos, cabellos. Ellos son dos. Ella, menuda, de color confundido con la arena. De fuego su larga cabellera; él, grande, robusto, espaldas muy anchas y una cicatriz en el rostro muy marcada.
Se acomodan cerca de mí y discuten cada vez en voz más alta pero no distingo lo que dicen. Ella llora. No intento intervenir porque la voz, la de él, es muy fuerte, dura y lacerante. Lastima con su tono. Al mismo tiempo me apena la escena. Estoy esperando que esta situación desagradable termine. Me pone muy incómoda. No me atrevo a levantarme de la silla por si este hombre alterado se percata de mi presencia, (porque creo que me ha visto) y me coloco de espaldas. Hay silencio otra vez alrededor mío. Doy la vuelta muy despacio y solamente ella queda en toda la playa. Mejor tomo mi bolso, recojo mi silla y me voy. La dejo estirada en la arena con su cara tapada con una remera blanca. Llego al hotel, todavía sensible por la discusión que presencié y con la figura desagradable del hombretón en mi retina Hay preparativos festivos.
- Cena y baile, esta noche, señorita, la cena es a las 22, como siempre, pero hoy hay baile... me dice el conserje.
¡Bueno, algo agradable después del mal rato! Parece que mi suerte cambia. Voy despaciosa, insegura e inquieta a mi habitación.
- ¡Ah, perdón! En el pasillo me choco con un hombre que sale no sé de dónde sale. ¿Estoy confundida? Creo reconocer al hombrote de la playa, pero eludo su mirada. Por un momento dudo. ¡Qué empujón me da! Los gritos y el mal momento me dejaron mal. Mejor me olvido, ya que estoy disfrutando del abandono de mis compromisos en Buenos Aires ¡Adiós estudio! ¡chau Nacho y sus melosidades! ¡bye bye Ezequiel con sus impertinencias!
Me entusiasma el programa de esta noche y cada vez estoy más conforme del viaje sola al Caribe, (salvo el incidente de la playa).
Ahora usufructuaré de las comodidades del hotel. ¡Voy a darme un baño de inmersión espectacular! No sé si utilizar las sales de baño o las gotas de esencia de fresias que me miran desde la repisa de cristal. Me quito la ropa, ¡iuju!, me maravillo con una hermosa salida color salmón y las chinelas haciendo juego ¡Qué regocijo! Me decido por las fresias, en tanto espero que se llene la bañera, (una bañera como no he visto nunca) en tanto se disuelva la esencia y pongo “No sé tú” de Manzanero, ese bolero que siempre me ha gustado.
Deliciosa y sensualmente me sumerjo en la blanda y perfumada caricia con esa estupenda, agradable sensación de placer. ¡Quién me hubiera dicho que podría gozar de tanto deleite con este viaje decidido en tan pocas horas!
¡Ah!..¡No!..¡No! ¿Qué es? ¿Quién es? ....¡No!... ¡ el de la playa!... me está apretando el cuello... no puedo respirar...

viernes, 4 de mayo de 2007

La desmemoria

Chicago está llena de fábricas. Hay fábricas hasta en pleno centro de la ciudad, en torno al edificio mas alto del mundo. Chicago está llena de fábricas, Chicago está llena de obreros.Al llegar al barrio de Heymarket, pido a mis amigos que me muestren el lugar donde fueron ahorcados, en 1886, aquellos obreros que el mundo entero saluda cada primero de mayo.
-Ha de ser por ahí – me dicen. Pero nadie sabe.
Ninguna estatua se ha erigido en memoria de los mártires de Chicago en la ciudad de Chicago. Ni estatua, ni monolito, ni placa de bronce, ni nada.El primero de mayo es el único día verdaderamente universal de la humanidad entera, el único día donde coinciden todas las historias y todas las geografías, todas las lenguas y las religiones y las culturas del mundo; pero en los Estados Unidos, el primero de mayo es un día cualquiera. Ese día, la gente trabaja normalmente, y nadie, o casi nadie, recuerda que los derechos de la clase obrera no han brotado de la oreja de una cabra, ni de la mano de Dios o del amo. Tras la inútil exploración de Heymarket, mis amigos me llevan a conocer la mejor librería de la ciudad. Y allí, por pura curiosidad, por pura casualidad, descubro un viejo cartel que está como esperándome, metido entre muchos otros carteles de cine y música de rock.
El cartel reproduce un proverbio del África:
Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, las historias de cacería seguirán glorificando al cazador.
Eduardo Galeano __________________________________________________