viernes, 1 de mayo de 2009

PARA MAPUYEN

Este texto que escribo, es para vos, amiga Mapuyen. Evidentemente tenemos la misma admiración por semejante Hombre

Cuando de pronto viene a nuestras manos, libros leídos en otras épocas y advierte la grandeza del escritor, poeta, pensador que fue Raúl Scalabrini Ortiz, no queda más que el silencio.
Ante un patriota con banderas enalzadas hacia la dignidad del hombre, es bien cierto que hace falta un minuto de silencio por su prematura pérdida y por su pensamiento lúcido.

El siguiente aviso fue puesto por el insigne hombre en el diario La Prensa, cuando por razones propias a su pensamiento riguroso ante la justicia, había quedado sin trabajo.

“'Caballero argentino, casado de 44 años, con amplias relaciones, estudios universitarios, técnicos, una vasta cultura general, científica, literaria y filosófico, con experiencia general y profunda de nuestro ambiente económico y político, ex redactor de los principales diarios, autor de varios libros premiados y de investigaciones, aceptaría dirección, administración o consulta de empresa argentina, en planta o en proyecto, en los órdenes de la industria, comercial o agrario. Dirigirse a Raúl Scalabrini Ortiz, calle Vergara 355- Vicente López”.

Los datos del aviso eran correctos. Estudios Terciarios: agrimensor. Había trabajado en los principales diarios y revistas La Nación, El Diario de Láinez, Noticias Gráficas, El Mundo, El Hogar, Martín Fierro, La Gaceta del Sur.

AGRADECIMIENTO PARA EL PROTAGONISTA DE LA SOLEDAD

La base de tu historia era tu sueño
Y este choque de luces te envuelve.
Nada más que rutina y lenta muerte
es tu presencia sin tu imaginación.
Sé que los otros mundos se construyen
con la dura piedra y el tajante acero.
El tuyo es de carne y deseo del hombre,
Mundo sin nada que la nada vence.
El espíritu del hombre es el hombre
disuelto en el camino de los años.
Hoy te siento arquitecto de la vida,
forjador de un extremo de los hechos
en que el nombre de un Dios se perfecciona.
Tú te alzas como un humo de las cosas.
Como el humo imaginas en el aire.
Asciendes sin saberlo, como el humo.
Como el humo te quedas para siempre.
Tan solo aire y aroma del espíritu
te quiero, hombre sin paz que aquí te quedas
entre imágenes asido, leve y bueno,
con tu dolor perdido entre las calles.
No hice nada más que oírte y comprenderte.
De tu humilde grandeza soy su rastro.