miércoles, 30 de julio de 2008

DEL AMOR

Del amor

Nunca estamos tan mal protegidos
contra el sufrimiento como cuando amamos
Sigmund Freud
.
La única anormalidad
es la incapacidad de amar
Anaïs Nin

lunes, 28 de julio de 2008

LOS REINADOS DE UN PICHON AMBIENTAL

Cuando era chica, ya de pequeña, creyó ser "el pichón" de la familia.Y lo era.
Apichonada bajo las alas de sus padres ejemplares, de ramaje verde, largas, amplias, cobijada, protegida y más aún, preferida, su niñez fue de una felicidad absoluta. Con los años fue siempre "el pichón" en donde se desenvolviera.

Infortunio cruel. Actitud que había hecho suya, privilegio del que segura estaba. Creía haberlo ganado porque sí o porque no, pero acababa durando como el cubito de hielo en las manos. En cada oportunidad, ella, "el pichón", o mejor, la protegida, la necesaria, la elegida, o la ayuda en la oportunidad, o la de valores, o virtudes, o capacidades o la suscitaba empatías a primera vista. Pasó por muchas actividades y siempre era "el pichón". Con los años, ésos que la corren pareciera con apuro, hizo un mínimo cálculo de cuánto tiempo le había durado la situación de pichón y en qué menor tiempo había sido borrada de un plumazo y entiende, ahora, para su aprendizaje, que los reinados son efímeros y la atracción, como el amor, tienen finitud

domingo, 27 de julio de 2008

PRESENTIMIENTOS














Presentir es prever.
Según el diccionario es presagiar algún suceso por cierto movimiento del ánimo.
Sentir una cosa antes que suceda por algunas señales que la preceden. (sic).

Él presentía.Desde lo más simple a lo más complejo.
Cuando subía a un vehículo y ponía su pie izquierdo, (hay que entrar siempre con el pie derecho, le decían) ya sabía de antemano que en cualquier momento habría un inconveniente, muy posiblemente un
choque.
Y sucedía.
En caso de ir al cine, simplemente perdía las entradas o suspendían la función. En general esos presentimientos apuntaban indefectiblemente a episodios nefastos.
En la oportunidad en que programó un veraneo con un tour de amigos, pagado durante meses, en la partida, un airecillo fresco lo recorrió.
Al entregar su pasaje, se esguinzó un tobillo y no pudo partir.
Ramón presentía.
Antes que le sirvieran su café en la cafetería, sabía ue lo iría a devolver porque estaría frío.
Y estaba.
En la compra de un par de zapatos, de vuelta para reemplazarlos por otros por una falla, el hálito que lo rodeaba reiteradamente, apareció, encontró clausurada la zapatería.
El día que compró flores para Martita en ocasión de su cumpleaños, camino a su casa el escalofrío se adueñó de él. Se dijo ¿ahora qué?
Sí.
Martita no estaba Se había mudado ese mismo día sin dejar dirección y ni un mensaje para él.
¡ Ay Ramón!

Lo que no tuvo tiempo de predecir fue cuando la barrera de la estación del ferrocarril estaba levantada, el tren pasó y lo arrolló.

sábado, 26 de julio de 2008

COMO ARENA DEL MAR


Salió de la casa como una osa de la osera. En busca de.
Con pasos cautelosos, las espaldas repletas de piedras, de ésas que pesan. Esquivaba baldosas no tan segura como la osa. Intermedió coches, colectivos con caras dormidas, micros con personajes de destinos inciertos.

Caminó. No sabía adónde iba. De momento no tenía idea de qué le tocaba transitar.

En su bagaje de piedras llevaba la tristeza de los tréboles cuando están marchitos y mucho cansancio de años.
Por momentos no supo dónde estaba.
Por momentos creyó conocer el camino.

¡Pobres vacas, se dijo, embretadas en el camino al matadero para el mazazo final! Y le gustó. Cambió idea por idea. Quiso ser vaca en el matadero para no oír más las bocinas que sonaban acompañadas de insultos porque la calle no tenía principio ni fin y ella , ella en el medio.
"¡Vieja ¿ te querés matar? alguien gritó. ¡"No vas a durar mucho así! "

Agotada se paró bajo un árbol tan deteriorado como ella, se sentó en una piedra y la vida se le vino encima. ¿Había sido buena? ¿Mala? ¿Habría sido algo?

¿Sabrían los que amara de su amor por ellos?...y como en un partido, sin handicap, llegó a la conclusión de que todo había sido vano.
En su des- medida de creerse, pareció caerse del último piso del más alto edificio de su querida Buenos Aires.

Miró a los costados, enfiló adelante sin dar vuelta la cara y se perdió en el gentío buscándose, como minúscula arenilla que puebla el profundo mar.

viernes, 11 de julio de 2008

Y ERAN DOS NIÑOS

Y ERAN DOS NIÑOS

Y eran dos niños, de 12 y 13 años, que jugaban por las tardes.
No quedaba alguna sin jugar. En orden primero, fútbol, entre dos enormes álamos que hacían de arco, donde la vio por primera vez, subida en el árbol más alto, y se dijo, con esta chica me voy a casar.
Y jugaban cuatro, con los hermanos de ella de 4 y de 7 ¡quién mete gol entra! (la consigna) y… había robo de los varones. En segundo término, basket, cuando la flaquita para jugar se ponía el jardinero del hermano, ahí ella tenía un poquito de ayuda con su cuerpo delgado ya que le era más fácil driblearlos.
Los dos eran flacuchos, los hermanitos, morrudos. Ping pog y charlas hasta el anochecer, que se terminaba si el morrudito rompía la pelotita cuando perdía o ésta se escondía entre los bancos largos del comedor de la colonia donde la nena vivía.

Tenían pequeñas historias parecidas. Los dos inapetentes, reacios para alimentarse, ambos poniendo la cola para las inyecciones de calcio. “porque eran muy flacos”, decían las madres o habiendo tomado esa asquerosa mezcla de oporto con cáscara de huevo molida (no se conocían aún, pero iguales costumbres de le época.)


Llegó la adolescencia, ésa, la del adolescer y la amistad se amalgamó.
Él para ella era un sabio, era su guía en matemáticas, física y química competencia mediante, en las que ganaba siempre él muchachito, por determinar quién tenía mejores profesores. Yo tengo a Cichero en Geografía, decía él y ella respondía y yo a Astolfi en Historia...

Vino la juventud primera y al llegar a maestra, el tímido muchachito le pidió si quería “andar” con él y considerando una respuesta de antemano, desapareció .por un par de meses. La nena señorita no podía soportar su ausencia. Una oportuna operación de apéndice, un mechón bajo la almohada de la cama del hospital, un sí exhalando éter…y de allí en más,” anduvieron”.

Ella no quería perder al amigo.
Ocho años "anduvieron". La joven terminó su carrera corta en tres años y el tímido joven, la mejor carrera del mundo para ella, en 7.
Y fue el noviazgo más envidiable que se pudiera soñar. Cartas y visitas diarias, largas caminatas y los monólogos inacabables de mujer, con preguntas e interrogantes a su sabio, incluidas.


Ella no había querido perder a su amigo. Ella no quiso perder el amor de los dos.
Se casaron, con obstáculos y como dicen las reglas “para toda la vida”.
Hoy se la ve grande, ora eufórica, ora abatida, rinconeando, llorando por esa cruel promesa de” para toda la vida
”.

jueves, 10 de julio de 2008

DECISIÓN


Ella llegaba todas las mañanas a la escuela Normal, elegida por sus padres, previa consulta, con su único delantal de piqué, cuello redondo, con tablitas y moño grande detrás, planchado todas las noches por su mamá.
Apretada en el tranvía, ni despierta ni dormida. No sabía si quería ir a la escuela. Quería ser maestra. Quizá un soplo de aire “bueno como el pan”. ¿se decía así? haría que fuera maestra .

Llegaba, y al entrar, el miedo venía de muchas formas. Se mareaba o tenía náuseas, eso que le subía y le bajaba, y no desayunaba, porque era peor, o tenía frío. Siempre tenía frío.


Aurora, la canción de Sarmiento, y sus patitas flacas entraban al aula.

No recordó nunca si las maestras de la primaria alguna vez la nombraron por su apellido, porque por los nombres no lo hacían. Únicamente para entregarle el boletín la llamaban, y por supuesto, por el apellido. No registró nunca un gesto cariñoso.


Sentada en el primer banco con otra bajita como ella, trataba de hacer lo que había que hacer. Al mismo tiempo, miraba lo que se entreveía debajo de los otros delantales, gloriosos delantales blancos que la igualaba con las otras compañeras . No sentía eso que se decía envidia, eso de querer lo del otro, no. Le llamaba la atención el terciopelo o el raso que una vez supo era el nombre de esas telas.

El día que la mujer maestra enojada constantemente de 3º, le pidió a la de adelante el resultado de una cuenta y la de adelante, alta, delgada, con un brazalete negro en su brazo izquierdo quedó callada, la mujer maestra enojada constantemente, le gritó desaforada ¡bobalicona!. Largo chorro de agua se deslizó por las piernas de bobalicona hasta llegar al suelo y formó un charco que alcanzó el banco de adelante y el de ella, atrás.
A bobalicona le corrieron lágrimas por su cara blanca, desteñida, trite y se sentó en el lago de su miedo.
Ella ese día decidió definitivamente ser maestra y buena...

miércoles, 9 de julio de 2008



Qué hizo que marchara prontamente a una presentación?”
Mujer de no premoniciones, justamente, no fue premonición.
Sabía, supe de antemano que me encontraría con una mujer
sencilla, humilde de su obra, pero poseedora del estilo y estirpe de las mujeres de clase.

Encontré una Merci, Mercisa, Mercedes Sáenz con toda la realeza de las escritoras de raza. Por el halo que la envuelve, por las sensaciones que provoca cuando su cuerpo ágil se desplaza en la atmósfera que la rodea, por los padres que la engendraron.

Compartí con gente que no conocía, exceptuando a su padre, el importante escritor Dalmiro Sáenz y el no menos, escritor y periodista Esteban Peicovich, un acto delicioso, simpático y colmado de ingenio.

La presentación con “su cuento” del Editor de Velas al Viento, Rubén Eduardo Gómez, fue un regalo para el oído.
El diálogo de los tres escritores, Mercedes, Dalmiro y Esteban, un disfrute (perdón por la confianza) y tener en las manos el libro “filos de lata”, título para pensar y desgajar, con una portada espléndida de Laura Elizalde, otro regocijo.

Quiero, desde este blog mío, en el que vuelco lo que pienso, felicitar a la escritora Mercedes Sáenz.

Merci, hermosa la presentación de tu libro, la música con Lerner en el fondo, la fotografía de Isabel Capdevila, todo en un conjunto delicado y precioso. Redondo, redondito.
Volví metiéndolo en mi corazón, ya desde las dedicatorias.

Gracias por tu entrega en las páginas a veces en blanco que muchas veces no se sabe cómo enfrentarlas pero para vos no tienen secreto.

…y leer el envés
Muchas veces en la historia de los hombres los hijos engendraron a los padres.
Mercedes me engendró con esa mala fe de mina divina hace varios años.
El primer asombro que me provocó fue el de nacer y el último este libro.
Este libro es
.
Dalmiro Sáenz….
otro deleite más.
Felicitaciones.
Un abrazo



lunes, 7 de julio de 2008

EL OMBÚ



Salgo a caminar, del conventillo salgo,
del bandoneón del Negro y los gritos
de la China.
El ombú espía con verdor profundo,
hasta me marea, y... ya tomé bastante.
Allí estás con las manos que mesan
tu cabellos de cobrizos reflejos,
dando brillo a la negrura de la noche oscura.
Sos vos, soy yo.
Te parecés, me parecés.
Me mirás, te miro.
La noche nos une,
la edad nos separa.
¿Recordarás muchacha
lo nuestro bajo el manto verde
del ombú “gomía”? Yo sí.
Ibas al final, allí te dije
que dejé a mi” jermu”,
y enfilé derecho
a nuestra felicidad.

"NO SOMOS POLVO SINO MAGIA"



“Creemos a veces, que no queda ni siquiera un dragón. Ni un caballero andante, ni una sola princesa deslizándose por secretos bosques, encantando con su sonrisa a los venados y a las mariposas.
Creemos a veces que nuestra era ha dejado atrás toda frontera, ha dejado atrás toda aventura. El destino está lejos por sobre el horizonte: las sombras refulgentes han pasado al galope tiempo ha, y han desaparecido.
¡Qué gusto equivocarse! Princesas, caballeros, hechizos y dragones, misterio y aventura…no existen sólo aquí – y – ahora: ¡Son todo lo que siempre vivió sobre la tierra!
En nuestro siglo han cambiado vestimentas, por supuesto. Los dragones hoy usan ropajes de gobierno y trajes de fracaso y equipos de desastre. Los demonios de la sociedad chirrían, bajan en remolino hacia nosotros si apartamos del suelo la mirada, si osamos girar a la izquierda en los recodos donde nos fue ordenado mirara hacia la derecha.
Tan hábiles se han vuelto las apariencias que princesas
y caballeros pueden esconderse las unas y los otros, y pueden esconderse de sí mismos.
Empero, los que dominan la realidad aún nos salen al encuentro de nuestros sueños, para decirnos que jamás perdimos el escudo necesario para enfrentar dragones, que un voltaje de fuegos azulados ondula por nosotros ahora mismo, para cambiar el mundo tal y como gustemos. La intuición nos susurra, veraz:” No somos polvo, sino magia”. R. Bach

Yo conocí un ser que salió al encuentro de una necesidad y una palabra.
Las encontré en un lugar que no sabía que existía y de repente me procuró “el escudo” y me dije también: “No somos polvo, sino magia”

BORGES

En mi afán por leer y comprender al para mí maravilloso y único Jorge Luis Borges y habiendo leído y releído su "Borges y yo", uno de sus textos por mí preferidos, encontré un extracto de un trabajo hecho por los alumnos de la Cátedra de Psicología Social, del docente Marcelo Percia, que colaboró en mi conocimiento de dicho texto.


Everything and nothing
Jorge Luis Borges. El hacedor (1960
)


"Nadie hubo en él; detrás de su rostro (que aún a través de las malas pinturas de la época no se parece a ningún otro) y de sus palabras, que eran copiosas, fantás­ticas y agitadas, no había más que un poco de frío, un sueño no soñado por alguien. Al principio creyó que todas las personas eran como él, pero la extrañeza de un compañero, con el que había empezado a comentar esa vacuidad, le reveló su error y le dejó sentir para siempre, que un individuo no debe diferir de su especie. Alguna vez pensó que en los libros hallaría remedio para su mal y así aprendió el poco latín y menos griego de que habla­ría un contemporáneo; después consideró que en el ejer­cicio de un rito elemental de la humanidad, bien podía estar lo que buscaba y se dejó iniciar por Anne Hathaway, durante una larga siesta de junio. A los veintitantos años fue a Londres. instintivamente, ya se había adiestrado en el hábito de simular que era alguien, para que no se descubriera su condición de nadie; en Londres encontró la profesión a la que estaba predestinado, la del actor, que en un escenario, juega a ser otro, ante un concurso de personas que juegan a tomarlo por aquel otro. Las tareas histriónicas le enseñaron una felicidad singular, acaso la primera que conoció; pero aclamado el último verso y retirado de la escena el último muerto, el odiado sabor de la irrealidad recaía sobre él. Dejaba de ser Ferrex o "Tamerlán y volvía a ser nadie. Acosado, dio en imaginar otros héroes y otras fábulas trágicas. Así, mientras el cuerpo cumplía su destino de cuerpo, en lupanares y tabernas de Londres, el alma que lo habitaba era César, que desoye la admonición del augur, y Julieta, que aborrece a la alondra, y Macbeth, que conversa en el páramo con las brujas que también son las parcas. Nadie fue tantos hombres como aquel hombre, que a semejan­za del egipcio Proteo pudo agotar todas las apariencias del ser. A veces, dejó en algún recodo de la obra una confesión, seguro de que no la descifrarían; Ricardo a­firma que en su sola persona, hace el papel ene muchos, y Yago dice con curiosas palabras no soy lo que soy. La identidad fundamental del existir, soñar y representar le inspiró pasajes famosos.


Veinte años persistió en esa alucinación dirigida, pero una mañana le sobrecogieron el hastío y el horror de ser tantos reyes que mueren por la espada y tantos desdicha­dos amantes que convergen, divergen y melodiosamente agonizan. Aquel mismo día resolvió la venta de su teatro. Antes de una semana había regresado al pueblo natal, donde recuperó los árboles y el río de la niñez y no los vinculó a aquellos otros que había celebrado su musa, ilustres de alusión mitológica y de voces latinas. Tenia que ser alguien; fue un empresario retirado que ha hecho fortuna y a quién le interesan los préstamos, los litigios y la pequeña usura. En ese carácter dictó el árido testa­mento que conocemnos, del que deliberadamente excluyó todo rasgo patético o literario. Solían visitar su retiro amigos de Londres, y él retomaba para ellos el papel de poeta.


La historia agrega que, antes o después de morir, se supo frente a Dios y le dijo: Yo, que tantos hombres he sido en vano, quiero ser uno y yo. La voz de Dios le contestó desde un torbellino: Yo tampoco soy; yo soñé el mundo como tú soñaste tu obra, mi Shakespeare, y entre las formas de mi sueño estabas tú, que como yo eres muchos y nadie."

Borges y yo
Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esaas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco van cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre en tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí ( si es que alguien soy ), pero me reconozco menos en los libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de liberarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.
No sé cuál de los dos escribe esta página.

J.L Borges

sábado, 5 de julio de 2008

Una crónica genial del escritor oriental Eduardo Galeano
Para los de más de 40. (Eduardo Galeano
)

Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.
No hace tanto con mi mujer lavábamos los pañales de los críos. Los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita; los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar. Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda (incluyendo los pañales). ¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó tirar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el bolsillo y las grasas en los repasadores.

¡Nooo! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora está bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades. ¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez! ¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plástica de los pollos! ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos! Es que vengo de un tiempo en que las cosas se compraban para toda la vida. ¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después! La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas de loza. Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de heladera tres veces.¡Nos están fastidiando! ¡¡Yo los descubrí. Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica. ¿Dónde están los zapateros arreglando las medias suelas de las Nike? ¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando sommiers casa por casa? ¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista? ¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros? Todo se tira, todo se desecha y mientras tanto producimos más y más basura.
El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad. El que tenga menos de 40 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el basurero!! ¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de ........... años! Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII). No existía el plástico ni el nylon. La goma solo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en San Juan.
Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban.
De por ahí vengo yo. Y no es que haya sido mejor. Es que no es fácil para un pobre tipo al que educaron en el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo' pasarse al 'compre y tire que ya se viene el modelo nuevo'. Mi cabeza no resiste tanto. Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que además cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real. Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo). Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.

Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo? ¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con que se consiguieron?
En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos... ¡¡Como guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!! ¡Guardábamos las chapitas de los refrescos! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos! Las cosas que usábamos: mantillas de faroles, ruleros, ondulines y agujas de primus. Y las cosas que nunca usaríamos. Botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón. Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar. Tubitos de plástico sin la tinta, tubitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón. Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor. Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.

Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡¡Los diarios!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver!! ¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne! Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los cuentagotas de los remedios por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos. Y las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones y posa-mates y los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con qué intención, y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía 'este es un 4 de bastos'.
Los cajones guardaban pedazos izquierdos de palillos de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en un palillo.Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada. Ni a Walt Disney. Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡minga que la íbamos a tirar! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella. Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos. Ah ¡No lo voy a hacer! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad es descartable.

Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour. Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la bruja como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la bruja me gane de mano y sea yo el entregado.
Hasta aquí Eduardo Galeano.
Ésta es una gentileza que me enviaron y me pareció que aireaba un poco este blog mío, muchas veces tan melancólico o fatal.
No sé si lo he logrado.
Gracias a todos los que me visitan y descubren que de pronto quiero mostrar cómo pienso.

viernes, 4 de julio de 2008

ES UNA CAJITA DE SORPRESAS









Es una cajita de sorpresas.
Un alhajero.
Me mira y habla desde una cara de nena pequeña bonita.
Y se va transformando en adolescente espigada bonita
y al paso de minutos en una muchacha intelectual bonita.
¡Los anteojos le quedan tan bien! La hacen aún más linda.
Es una cajita de sorpresas.
Ahora converso con una mujer con pautas claras, un ser
alado, una mariposa irisada con los colores todos.
Tiene en sus ojos el azul del océano cuando es más azul que nunca, el verde de los tréboles de edénico jardín (¿papá?), el rojo del fuego de su juventud, el amarillo del césped inundado de margaritas(¿será mamá?) y rebasando la mirada, el blanco inocente de su pureza.
Es una cajita de sorpresas.
Su historia, dura. El amor de sus padres y el que tiene por ellos, su hermana y sus sobrinos, son fundamentales en su existencia.
Es una cajita de sorpresas.
Salud, solidaridad, amor, son sus escudos en su lucha por el prójimo.
Es una cajita de sorpresas.
Se va desplegando sencillez y encanto.
¿Habrá muchas Titina Fernández?
¡OJALÁ!

jueves, 3 de julio de 2008

IDA Y VUELTA


La puerta se cerró tras ella con un hachazo a su cuerpo.

Supo que en adelante todo sería más difícil, crucial. En los ojos turbados, no determinaba si con molestia, desengaño o ira, se reflejaron las luces de la calle y erró sonámbula en busca de no sabía qué. Como cuando chica le preguntaba a su madre, parada sobre la cama, ¿mamá, dónde vamos? Y con paciencia la gringa contestaba, a Nápoles.
¿Volvería a su departamento hacia poco pintado, intacto con Van Gogh y Monet en las paredes? ¿Con la biblioteca bullendo letras sabias, Borges, Mogambo, Rayuela? ¿Se sentaría a llorar su despecho o comenzaría un nuevo libro, de ésos que solían agasajarle sus amigos?
Tal vez llamaría a su madre y le relataría, desventurada niña, sus infortunios o al padre que encogiéndose de hombros (ya lo veía), con sus nones diría, esto no, muchacha, esto no.
A él, en un Congreso, lo había conocido. Fuerte. Pronto fue sabedor de sus debilidades, saboteador de sus ideas, tergiversador de sus mejores o peores intenciones. Era un triunfador y no le permitía el mínimo error ni la ínfima flaqueza.
Caminó, caminó. Optó por recogerse en el lugar donde seguramente, el otro, el de los ojos tristes no estaría.
No lo encontró, se sintió más tranquila. Verse con él en ese estado, su fracaso le habría dolido más. Llevaba tiempo con ese lío de nervaduras intrincadas poblando su cabeza. Dolorida, cansada, desganada, se echó sobre el sofá nuevecito blando mullido, hierba recién segada y durmió plácida por un tiempo que le pareció eterno. ¡Hacía tanto que no alcanzaba a un sueño así!
Luego desfilaron entre sueños, agrios epítetos, duros reclamos, ásperos cardones que la sobresaltaron. Un té tibio alivió el estómago de hierros oxidados y esta vez se adormiló. En esta segunda vuelta las tinieblas se serenaron transformándose en un campo sereno poblado de violetas verdes y margaritas naranjas y una oveja lanuda se acercaba a ella y se iba de ella.
Entreabrió los ojos y la ausencia, la de los ojos tristes se encogió a su lado y le cantó al oído y las campanas del carrillón sonaron como nunca.
Supo que ése, el ausente, el que confusa había dejado, era El Hombre.