viernes, 28 de agosto de 2009

EL VENTANAL



El día transcurrió en ires y venires. Llegó la noche y ésta se transformó en figuras deformadas en contorno y contenido. Circulares, ovoideas, estrictamente rectangulares. La disociación aparecía en el contenido. Las sombras y los miedos la inundaban hasta sumergirla en la desesperación. Su cuerpo sufría transformaciones diametralmente opuestas. Pasaba del paroxismo al estasis. No había lugar de él que le perteneciera. Sentía que dejaba de ser. Persona. Humana. No era locura. Eran la piel y los huesos que la llamaban, pedían, urgían.
Hubo paz. ¿por qué perdería su dominio? Tenía miedo. Definitivamente, era miedo. La invadía a punto de creer llegado el fin. Al fin, le temía. No concebía el fin, no lo aceptaba y esa no aceptación la consumía.
La mujer, repetidamente pasaba las noches atrapada a la espera del fin que la reconciliara con sus miedos eternos como el tiempo. Y, cada noche, cada día , …una más… uno menos.
El ventanal hacia el jardín, se abrió de golpe. Refregó sus ojos. Los primeros rayos del sol la cegaron. Se había dormido profundamente. Hacían días que no había reemplazo. Se higienizó rápido. Recordó que debía darle la medicina al pequeño internado de la cama 9.
Comenzó el día de tantos como quería transitar los suyos. Sin miedo.