viernes, 26 de diciembre de 2008

LÓGICA
Venía arrebolada, cargada de apuntes y libros. Se sentó a la mesa del bar junto a la vidriera. Había rendido un parcial. Le costó mucho preparar Lógica a pesar de ser una de sus materias preferidas. Apasionada por el razonamiento, Aristóteles con su Organon y su lógica tradicional era su libro de cabecera. Le atrapaba la estructura del conocimiento intelectual. Siempre fundamentaba la matemática aún para resolver pequeñas dudas o problemas y luego actuaba. No se manejaba por impulsos. Primaba en ella el juicio, el razonamiento y se atenía a las deducciones.
Detenida en las preguntas y respuestas dadas en el tema que le había tocado, se quedó mirando a la calle, y el Obelisco parecía hablarle desde su altura, el ruido de las gentes que pululaban por la calle Corrientes aplaudían su logro y los ruidos estridentes de las tazas de la barra eran la clack perfecta. El brillo de las luces y los caireles de las arañas que pendían del techo cantaban en un tintineo sin fin para el festejo.
Había risas que se adueñaban del ambiente y hubiera querido bailar ¿bailar?, sí con esa sensualidad innata en ella, orlada de hechizos con áureas guirnaldas prendidas en su pelo como solía hacerlo frente al espejo, ella, la soñadora de la lógica.

Un calor suave bajó, luego la invadió con ardor. Abrasada, deslumbrada en un sortilegio que no se rompió, en medio, hizo balances, facturas que fluctuaban en su orbe ancestral. De ahí en más, recordó con nostalgia su figura, la estampa del joven, del hombre en ese amor diluido, ese amor difuso, desatado. Vino a su boca el gusto de un dulzor y el miedo a perder lo descubierto en un único minuto. Ese día creyó verlo sucumbir ante el beso inesperado y con ansias locas de revivir aquel instante preciso, vital, del sentimiento puro, con dolor y tristeza prendidos en los ojos cuajados, húmedos de rocío, oscuros, no logró definir si quería que ese único minuto durara un tiempo eterno o no.

Se miró en el cristal de la vidriera y lo encontró nublado. Con ligereza pasó una servilleta de papel para limpiarlo. Descubrió una boca amplia y una mirada de amor que le sonreían.
Se olvidó de su amada Lógica y corrió a abrazarlo.

domingo, 21 de diciembre de 2008

SUEÑOS

Es temprano para salir en busca de los sueños. Sin embargo lo he hecho.
El cielo tiene un azul desvergonzado e insolente, quiere maravillar al Universo, mas se desvirtúa en un pálido celeste que apacigua los ojos para refulgir en un naranja que goza en ondulantes vaivenes, pasa por un rosado de berreos infantiles y se torna de improviso en un blanco, tan blanco como la nieve que cubre sus pies.
En medio de la nevada, en la soledad alba, niña bonita, mejillas paspadas el frío de la helada intentas ignorar.
La escarcha cala los huesos en tanto creas un helado con la nieve y juegas con los pies al hundirlos una y otra vez en la blancura, en un retozo divertido agitando tus brazos, tarareando una canción.
Desde donde estoy, extraviado, tendido y no sé dónde, va cubriéndose de blanco a mi alrededor y el cielo vuelve a ser rojizo. Se mezclan los colores, se distorsionan, te vas desdibujando y decido descansar y me llevo en la retina la imagen tuya, pequeña hada de las nieves

sábado, 6 de diciembre de 2008

PACTO DE AMOR

Venías arrastrando los zapatos de tacos altos, torcidos, que te hacían trastabillar El rimmel corrido te mostraba ojerosa, irreconocible para vos cuando te miraste a la luz que recién aparecía con el día, en el cristal de una vidriera y en verdad no te identificaste, te acercaste más para verte.
De chica, en mi barrio, muy niña, cuando la rayuela era el juego cotidiano de las nenas de la cuadra, siempre llegabas primera al Cielo y eras tan hermosa.
Un pelo crespo desafiando al aire, la frente ancha, la mirada airada y el cuerpo junco entre los matorrales y brazos movidos por la brisa por las ramas de los plátanos gigantes Y los pies, los piececitos movidos a motor extraterrestre, cosa de ganar la partida eternamente.
Te seguí viendo un tiempo, con delantal blanco impecable, camino de la escuelita de la calle Santander corriendo más que caminando y también más tarde, del brazo de un chico, como vos, haciendo piruetas en el abrazo y el beso requerido.
Luego dejé de verte. Me mudé de barrio y vuelvo hoy a encontrarte en esta madrugada

¿Por qué no retorna a tus ojos profundos y enormes, el brillo, el fulgor que da el arrebato de aquel amor inocente y la hilera de tus dientes no amplían las carcajadas de tu boca, que por felices herían a los que al verlos no entendían ese amor?.
¡Si de éste, tu seductor cuerpo con el ritmo nacido de tus entrañas emanara nuevamente el halo del ave que ondula, sabio de su poder en plena caza!
¡Ah! Si volvieras a ser la pequeña Diosa del Olimpo de la calle Malvinas y fueras feliz hoy, mujer ya y callaras la voz monótona con que tarareás esta canción incomprensible que oigo salir de entre tus labios.
Si me volcaras el decir de tu cuerpo empobrecido y destruido por los vapores del alcohol que me llegan. Si te abandonaras a mis brazos y te cobijaras en ellos, aunque no quieras pactar con la felicidad y permitieras que en un abrazo te dijera “hija” y mintieras un “mamá”, acá te aguardo.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

3 DE DICIEMBRE








DÍA DEL MÉDICO

Lo que transcribo, no por conocido debería dejar de ser ser actual.

A quien se lo dedico ha sido merecedor de mi orgullo y el respeto de quienes fueron sus pacientes.

Pepe, fui testigo durante el tiempo que ejerciste esta profesión, mitad ciencia y mitad magia, que cumpliste gustoso con ella. Va para vos, para el recuerdo que llevo tuyo, mi homenaje y mi amor imperecedero.


Hipócrates de Cos (460-377 a.C.)

"Por Apolo médico y Esculapio, juro: por Higias, Panacace y todos los dioses y diosas a quienes pongo por testigos de la observancia de este voto, que me obligo a cumplir lo que ofrezco con todas mis fuerzas y voluntad.


Tributaré a mi maestro de Medicina igual respeto que a los autores de mis días, partiendo con ellos mi fortuna y socorriéndoles en caso necesario; trataré a sus hijos como mis hermanos, y si quisieran aprender la ciencia, se las enseñaré desinteresadamente y sin otro género de recompensa. Instruiré con preceptos, lecciones habladas y demás métodos de enseñanza a mis hijos, a los de mis maestros y a los discípulos que me sigan bajo el convenio y juramento que determinan la la ley médica y a nadie más.


Fijaré el régimen de los enfermos del modo que le sea más conveniente, según mis facultades y mi conocimiento, evitando todo mal e injusticia.


No me avendré a pretensiones que afecten a la administración de venenos, ni persuadiré a persona alguna con sugestiones de esa especie; me abstendré igualmente de suministrar a mujeres embarazadas pesarios o abortivos.


Mi vida la pasaré y ejerceré mi profesión con inocencia y pureza.
No practicaré la talla, dejando esa operación y otras a los especialistas que se dedican a practicarla ordinariamente.


Cuando entre en una casa no llevaré otro propósito que el bien y la salud de los enfermos, cuidando mucho de no cometer intencionalmente faltas injuriosas o acciones corruptoras y evitando principalmente la seducción de las mujeres jóvenes, libres o esclavas. Guardaré reserva acerca de lo que oiga o vea en la sociedad y no será preciso que se divulgue, sea o no del dominio de mi profesión, considerando el ser discreto como un deber en semejantes casos.


Si observo con fidelidad mi juramento, séame concedido gozar felizmente mi vida y mi profesión, honrado siempre entre los hombres; si lo quebranto y soy perjuro, caiga sobre mí, la suerte adversa".
Hipócrates de Cos

lunes, 1 de diciembre de 2008

EL INCA VIVE


Lo atendió como lo hacía con todos. Con la mirada a los ojos del otro, fuerte, blanda, comprensiva a la vez. Estaba acostumbrada a la tez morena, al olor de la leña o el carbón que salía de las ropas inimaginablemente limpias y planchadas, a su trato amable y el de los que venían a la consulta. Siempre primaba el buen gesto, porque ella siempre se adelantaba con una sonrisa.
Ya lo había detectado un día, sentado en un pilar, mirándose las manos, las zapatillas que pedían otras y con esa tristeza en los ojos brillantes que dan la pobreza y el hambre.
Poco fue lo que pude saber del encuentro, por ética, pero sí que quería estudiar. Supongo que contaría alrededor de 18 años, indocumentado y vivía no en el barrio, ni en la villa. Él estaba detrás, en la quema, sobre las ratas, donde las casillas no tienen número.
¿Cuánto podía esa mujer joven, con el beneficio de haber estudiado, hablarle de Freud, Lacan, del psicoanálisis, que sé que emplea como las condiciones lo requieren.

Me quedé en el prólogo que me refirió de la consulta, porque con ella y su conducta no hay acceso, justamente por principios. Mas en mi propia versión, imaginé su desolación. La de ella por no responder con las soluciones necesarias y la de él o los demás que los desespera por llegar a algún lugar, mientras la vida pasa al lado de ellos, con, “negro de mierda”,” ¿ por qué no trabajan”? ¿A qué vienen? ¿Por qué no se quedaron en su provincia, en su país? Y entonces como suelo recordar a menudo, pensé en mis abuelos catalanes ricos, que vinieron porque no acordaban con la política española y en los otros, italianos, que igual que como ellos desembarcaron en tiempos de guerra, ellos sabían de comer cucarachas o nada.
¡Cómo cambiaron muchos inmigrantes de otras épocas hacia los de ahora! ¡Cuánta exigencia! ¡Cuánta indiferencia!

Retorné al joven y no me animé a preguntar por él, ya que es confidencial e imaginé los ojos profundos, lustrosos, el hablar, los modales delicados y reverentes venidos del Inca y tuve vergüenza.

domingo, 30 de noviembre de 2008

EL DAMIÁN


El frío cala mis huesos, estos huesos que soportaron mucho más frío y más lluvia.
En el puesto, de poco cobijo, nunca tuve pa ponerle vidrio a los huecos. Trato de avivar el brasero, me caliente un poco y en medio del humo oscuro, la leña verde, no puedo prender ni una brasa ( serán mis manos torpes). Me pregunto por qué se fueron todos uno a uno.
Los dos viejos se escabulleron no sé pa dónde sin que me diera cuenta. Algunos me contaron que los llevó una tormenta, otros que me dejaron porque no podían darme de comer y me quedé, yo era chico, la verdá no la sé, y me dejaron con, la Eulalia patas flacas de 6 años, el Rodo , ese panzón que a gatas le llenaba el buche y el Mingo, tan chiquito, que no me dejaba dormir nunca. Y yo tenía que ir a trabajar, y éstos que no entendían que como yo era chico me pagaban monedas. ¡Claro que no me alcanzaba para la panza del Mingo!
Después me acorralé con la Dominga, linda, fuerte, buena. Sabía hacer de todo, el pan, ordeñar la vaca que yo no podía, dominaba a los animales del patrón y a mí que era tan retobado.
Hasta que la Dominga también se fue y debe haber sido por mi tozudez. Yo nací rebelde, dicen las malas lenguas del almacén.
La Dominga me dejó al Panchito y desapareció con el Pedro, y claro, el Pedro venía y la apalabraba cuando yo estaba en la manga con los dotores y los animales. Me dejó al Panchito y a los otros, que se fueron yendo de a poco.
Un día de lluvia, le conté al dotorcito de los lentes mi caso con la Dominga, él me llevó pa´ dentro de las casas, me ofreció un mate y ahí nomás se largó – a mí también, Damián, me dejó Marilín. Es linda como el sol de la playa cuando corre el aire fresco. ¿Conocés la playa, gringo? Mi cara le dijo la respuesta y la suya era cara de nada y siguió, no sabés lo que lloré porque la conocía de cuando estudiábamos y la quería más que a mi vida. Yo no tengo viejos, gringo.

Un día, como hoy, de tormenta, de los que te enfrían el corazón, tuve doble frío. Me dijo que yo no le importaba más. Y ese corazón mío se estrujó como un trapo viejo. Lloré, lloré como nunca.
Pero yo estoy peor que vos, viejo, no tengo un chico como el Pancho y vaya a saber si lo voy a tener algún día, a no ser que te lo robe.
Cuando la muñequita me dejó, me pareció que había perdido hasta la hombría. No había podido conservarla.
- Estamos a mano, gringo, mejor dicho vos estás mejor que yo.
Y se fue pa´ dentro y me pareció que se le nublaban los ojos.


¿Así que los dotores, los ricos, los otros, también sufren de amor? Yo creía que sólo nosotros, los que estamos en medio del campo sin luz ni agua pa’l mate éramos los que sufríamos todo.
Mañana me llego a la manga aunque no haiga trabajo y le voy a llevar al Pancho y le pido que le cuente algo de la facultá. Así el gurí no se me aburre tanto.
Pucha, pobre dotorcito, es igual que yo.

viernes, 28 de noviembre de 2008

CONCEPTOS
Sentado en la penumbra de la noche se dice, saber mucho es saber nada, simple confluencia de conceptos. Desplegar pensamientos posiblemente de a dos. Definir conclusiones y el alma se aquiete aún vibrante. El sabio, algo sabe, entiende viejos preceptos, se adecua al histórico saber de la vida misma, ¡mas cuesta tanto entender!
Quizá hubiera habido un día en que dibujando yo en sus mechas rubias, la tomara en mis brazos y aprendiera a existir pleno y sereno. Tal vez el tiempo abreviara el lento conocimiento y me amara. ¿Me amaría?
Mira su reloj de números gastados destruidos por el tiempo. Un tiempo no tomado en cuenta. Hoy sabe cuánto no miró, cuánto no vio, cuánto no amó.
Sin registros, despistado, cobarde, llegó muy debajo donde los cóndores anidan.
Unos niños juegan en la arena de la plaza, las madres tejen entre ojeos y parla, un muchachito pide unas monedas y consigue miradas de desprecio. Levanta su vista a ellos
Se da cuenta que vivir es una condición, que no basta con dar, sino que es imprescindible recibir y aprender a exigir.
Vuelve con paso cansino a su lecho solitario hoy más precario que el que lo acunó. El silencio se le hace carne ardiente y el rencor muy agudo.
Cansado, viejo, tiene las alas que quisieron ser de cóndor, quebradas. Cierra los ojos y palpita en su corazón débil el mechón rubio

miércoles, 26 de noviembre de 2008

DEJAR DE LLORAR

La noche se avecina
Llora.
Y llora por la soledad de pena oscura, penetrante, adherida.
Llora.
Porque aún sueña maravillas esperadas como dones, pretensiones infantiles. Sueños. Solamente sueños.
La noche le trae suspenso, suspenso febril. Cree ardorosamente. Un mañana llegará,
Con él las ganas de empezar... empezar es buen comienzo …volver a creer…creer increíble y necesariamente, corporizar lo vivido, proyectar ilusiones, historias, historias ya vividas, ya lloradas, ya reídas y así entender, así dejar de llorar.
El viento golpea, los vidrios. Parece desplomarse el mundo entero, los árboles se empujan al compás... burlón, enloquecido, aquí, allá abajo, abajo, cada vez más abajo, hasta casi el suelo tocar. Ya comienza el goteo, una chica, otras más grandes. Se ha instalado el aguacero.
Tormenta de viento y aguas, las gotas, perlas brillantes, imprevisto desenlace. Junto a la ventana, manto de lágrimas cristalinas, espera.
Espera
Aprieta sus manos morenas escondidas siempre por morenas. Vigila el reloj que las horas no da mientras las cenizas del volcán de su boca llena todo un cenicero.
No llega. Interminable es la espera.
Pierde su acostumbrada templanza, su inagotable, férrea paciencia, su permanente control.
Cae la noche, con ella, la locura la atrapa esta vez, con sollozos, con gritos.
¿Dónde quedaste que ni el viento te ha traído?
¿Qué impide tu llegada, amor mío?
Espera.
Como ha esperado siempre todas las noches de todos los años a ese espectro imaginario que nunca conoció.

domingo, 23 de noviembre de 2008



GALERÍA

Fotos en la sala.
Picasso tras The Madonna of Port Lligat, flores, dos chiquitos que se abrazan desde la ingenuidad, una mujer fascinante de óvalo perfecto, ojos delineados, marfil asiático, impone su dominio desde el ayer.
Versión moderna la sigue, él, de boina negra, cabellos empujados
por el viento, un halo poético de niña con sombrero y guitarra y el chiquilín subido en su triciclo
guiado por manos de mujer en perfecta seducción

Galería.
Abuelos. Jóvenes Niños. Historia familiar en sepia y color
Galería.
Presencia Ayer. Hoy.
Paredes vivas hablan de amor y ternura.
Galería
Fotos.

jueves, 20 de noviembre de 2008

CISNE

El Universo envolvía su cuello alabastrino, cual cisne y ella, doncella de las aguas dejaba su estela iridiscente. Desde el fondo del salón, detrás de la columna veía su piel de seda, mansa, delicada, la gracia plena en sus pechos hirientes en el torso de infinitud extrema que llevaba inevitable a lineales piernas perfectas.
¿A quién le recordaba? Ella toda dejaba al pasar aromas invasores de alhucemas. Le acometió un lejano viejo deseo, en una era inalcanzable. No encontraba el punto de unión.
¿Dónde vas cisne de oro? ¿Dónde te empujan tus tiempos? ¿Dónde las ninfas guardan sus secretos?
Llegado casi al final del camino, otrora potencial de alas anchas sin haber volado nunca, hoy contenía a un cuerpo débil y cansado. Algunas ramas aún lo sostenían, verdes, frescas, con pequeños brotes que lo acariciaban. ¿Soñaba?
Salió al jardín y con un viento disparatado se esfumaron la tibieza, la palabra y los besos del recuerdo que esta vez le susurró al oído: Fue inútil conseguir su permanencia, viejo muchacho.
Alrededor, el mundo desde la oscuridad opaca esparcía cenizas empecinadas, el día era noche, la oscuridad lo colmó de más recuerdos y estallaron en su corazón cuadriculado en cuadrículas de círculos perfectos. Círculos. Crueles carceleros de un sin fin de angustias y tristezas,
Su corazón circular cuadriculado completó la ecuación perfectamente. Le fue inútil alcanzar la permanencia.
Sólo un sueño banal





EL SONIDO DE UN SAXO

Algún día sabré la verdad sobre la desaparición incomprensiva e imprevista de Estela Sutter Campodónico, a quien conocí en el taller de plástica donde Mariana y yo dábamos clase a alumnos de Recoleta tanto como para aumentar un poco lo que ganábamos.
La familia Sutter vivía en un edificio imponente en Arenales y Callao Ocupaban un piso suntuoso, algo lóbrego, con mármoles negros, arañas de alabastro con caireles de cristal pocas veces encendidas del todo. Era una propiedad heredada de los primeros Campodónico, venidos de Europa para 1895, de categoría acorde con las pretensiones de sus moradores, frecuentados por familiares y amigos de apellidos ilustres, como muchos aristócratas de la estirpe argentina de esos tiempos. Estela, la menor, no tenía los aires y despliegues sociales de sus padres y hermanos si bien se acomodaba, en una aparente armonía, soportando estoica y silenciosamente. Mientras los padres vivían entre los campos de Chascomús y Buenos Aires, Diana, Elena y Eduardo, el hermano mayor, autoritario y medio enfermizo, no se movían de la capital y menos Estela. Diana y Elena tocaban el piano y el violín cuidadosamente bien, mientras Eduardo ejecutaba el contrabajo y todo instrumento de cuerdas. En sus repertorios, Beethoven y Vivaldi eran un clásico. Ellos hacían un trío hegemónico, por supuesto siempre con las direcciones y observaciones caprichosas y obsesivas del primogénito.

Entre los tres insistían para que Estela continuara con la música, que había abandonado, pero no lograban convencerla. Ella se ocupaba del arreglo de la casa, de ordenar las compras a Teresa, la doméstica, ir a clases de pintura dos veces por semana y mantener las prendas en buen estado. Afecta a la lectura, ocupaba las tardes y las noches en ello, mientras las chicas y Eduardo dedicaban la mayor parte de sus tiempos en ensayar, tocar en la casa para los amigos y de cuando en vez, hacer un recital en el Mozarteum.
Estela, entre la casa, su plástica y la lectura, se desentendía amigablemente de ellos. Amigable y distante. Distintas ocupaciones, diferentes gustos, los tres hacían uno.
Estela era únicamente una.
El día en que Federico tocó el timbre, con sus ojos penetrantes y su fuerte mano en el apretón, cambió la vida de los Sutter Campodónico. ¿Quién era este hombre de aspecto de medio pelo que preguntaba por Eduardo? ¿y con un saxo en un estuche lustroso y ajado?

Estela lo hizo pasar al palier; no sabía qué hacer. Persistió este muchacho mal trajeado en ver a Eduardo, que estaba ensayando. Ella lo miró de arriba a abajo midiéndolo, interrogante y desconfiada y le pidió que esperara. Cuando lo anunció, Eduardo, que jamás permitía interrupciones, dejó inmediatamente de tocar y salió disparado para atender al ”tipo éste que quién sabe uno quién es”.
Con un abrazo y una alegría desconocida en él lo invitó a acompañarlos. Federico Aguilera, que ese era su nombre, saludó a las hermanas tímido y cortés, sacó el saxo del estuche y se preparó para ver qué pasaba con la partitura de Vivaldi que estaba en el atril. Las dos mujeres se quedaron observando este imprevisto examen de Federico y enmudecidas se olvidaron del aspecto, de las dudas que tenían y se extasiaron con un petit concierto de un virtuoso improvisando.
Estela se quedó fuera de la sala conservando su indiferencia hasta que terminado el pequeño concierto, se sumó a los otros para despedirlo, manteniendo su actitud de verlo sin mirarlo. Dejó bien clara su posición de disgusto por el estorbo ocasionado.


Con el correr del tiempo las visitas de Federico Aguilera se repitieron para hacer música así como se reiteraba la incomodidad de la muchacha. Las amistades, al conocerlo, despectivas, se preguntaban de dónde habrían sacado los Sutter a ese ejemplar tan fuera de lugar, mientras otras empezaban a reconocer su ángel instrumental.
Una mañana en que Teresa limpiaba la casa, limpio sobre limpio, escuchó que las voces en la sala de ensayo iban subiendo de tono hasta convertirse en una exaltada discusión. Se abrieron las dos puertas de vitró y Federico salió disparado como ráfaga centelleante.

Nunca más se lo volvió a ver en el edificio de Arenales y Callao.
El trío de los hermanos siguió como siempre ensayando sus arias y tercetos, tocando en recitales en una suerte de actividades parejas, sin pausas ni sobresaltos. Nada hacía presumir que hubiera comentarios de los allegados, salvo alguna pregunta aislada sobre Federico, pero sin mayor importancia.
Una tarde como todas las tardes a la hora del té aburrido y pacato, servido mecánicamente a la espera de que afortunadamente sucediera algo distinto, mientras se ubicaban a la mesa, con toda la platería antigua, pesada, valiosa, Diana preguntó por Estela, que no se estaba haciendo cargo de servir como habitualmente lo hacía. Ninguno había notado que desde el mediodía no se la veía. Se hizo la noche. Eduardo volvió a preguntar por ella y se quedaron en vela esperando su aparición ya que jamás había pasado una noche fuera de casa.

No se animaron a llamar a nadie por temor a las habladurías. ¡Justo a ellos les tenía que pasar esto, tan organizados, tan selectos, tan de la elite! ¡Vaya a saber uno los comentarios de los Gálvez o los Álvarez Marttinelli!
Pasaron dos días. Al tercero llamaron al campo a don Pedro que regresó con su mujer de inmediato y decidieron dar parte a la policía. Ésta tomó el caso con la indiferencia acostumbrada. “Estará en casa de amigos”, “es una muchacha grande”,” habrá viajado” y otras posibilidades por el estilo. Quedaron en investigar y quedó asentado como “la desaparición de su hogar, de una mujer trigueña, de ojos marrones, estatura normal, cabello recogido, de unos treinta años, vestida de negro”...Estela no apareció más.
Eduardo siguió ensayando y tocando como si nada, las muchachas se recluyeron en la casa por las murmuraciones y don Pedro y la señora Agustina, abatidos, volvieron al campo por si la hija aparecía por allí.


Esa tarde de febrero, calurosa, infernal como son las tardes de febrero en Tucumán, de vacaciones, salí a pasear con los chicos, mientras Mariana se quedaba en una peluquería. Volví por el Chevrolet y me encaminé hacia el cerro San Javier por la avenida Mate de Luna. Otro día volvería con Mariana.
En el camino se paró el motor. Pensé que estaba apunado y nos bajamos. El calor era agobiante; los chicos me pidieron agua y al divisar algo que parecía un parador pero sólo era una casita precaria, nos acercamos. Salió ladrando, viniendo hacia nosotros un perro vivaracho, rengo de una pata, limpio (demasiado). Los chicos se agarraron de mis manos y los solté para poder golpear con ellas y una mujer apareció del casi rancho. Detrás un hombre.

Estela Sutter Campodónico y Federico Aguilera nos dieron las buenas tardes, una botella con agua y nos desearon feliz paseo. Detrás, salió un chiquito buscando al perro y nos miró con una gran sonrisa.

Era un niño de pelo trigueño que le tapaba uno de sus ojitos negros, igualito a Don Pedro Sutter Campodónico.




Basado en un poema al que le puse "Un minuto"

Debajo de la gorra con visera que le impide mirar y ser mirado, le asoma por detrás un mechón de pelo entrecano. Acodado sobre la mesa, los dedos tamborilean en compás desacompasado. Los ojos achicados hacia la distancia, discurre. ¿Qué es vivir? ¿Vivir será haber descubierto el mundo que me rodea? ¿Otear con amplitud el universo? ¿Estar? ¿Ser? ¿Haber dejado en cada beso un pedazo de este cuerpo? ¡O aquel rubor del alma encandilada!. Vivir, ¿será haber amado, serlo y dejar la vida misma?.
Toma un trago del vaso servido y plasma un instante, aquél, en que ella montaba un caballo, ahora sin color. Enfrentaba al viento con su pelo ardiente y sus labios pálidos. No distingue si viste de negro, verde o gris. Es el fantasma que transita eternamente la tenebrosa inmensidad que lo deslumbra. Se distancia, va lejos, vuelve, lo acomete, lo espanta. Le asusta. Siempre dura un lapso, no lleva en cuenta cuánto. Quizá sólo un minuto.


Esa noche es de insomnio y se le ha hecho costumbre. Episodio que se repite un día, otro y más. El ya casi viejo no sabe si quiere huir del esfuerzo por revivir lo vivido, del recuerdo del bien tenido. Escapar de ese espectro que lo alucina, que el presente le regala como un don y desea, siente, teme no haber sostenido lo que logró conseguir. La noche de hoy se hace larga. ¡Vida injusta! ¡Vida!, repite Sólo evocar su risa critalina le hace posible la supervivencia. Ese sobrevivir en espacios de soledad, mutismos sin ecos, ausencia de voces, momentos perdidos en absurdas mañanas y tardes oscurecidas.
El vino no da permiso ni tregua, ¡oh Baco! te estás adueñando de mí. Y el sol no consigue dar luz que entibie mi cuerpo dolorido, el aire no incita al respiro manso. Solamente impone una sucesión de extensos suspiros, devienen tiempos de reminiscencias dolientes y quejas tardías en vano.

Hoy, otra tarde acompañado con el tinto, retornan las preguntas ¿Y cómo es que las hojas se amarillean, caen caducas y el vigor por reverdecer las crece, se agigantan y a sus ojos duelen y él no pudo? ¿Y cómo fue que dejó que el tiempo escapara de entre esos cabellos y se escurrieran entre sus dedos igual que el agua entre las piedras?
¿Y cómo es volverse joven, descansar en su mirada fuerte, límpida, bondadosa?

¿Y cómo es que la felicidad ha vuelto, no importa hasta cuándo y se sumerja en ella con los ojos cerrados, su boca entregada a sus labios hasta enrojecerlos y los brazos apretándola para no perderla más?

miércoles, 19 de noviembre de 2008






La trenzuda

Sentado, caracol en su casita bajo el fiel amigo silente, su único recurso en los espacios del día en que su mate no le daba tregua, Beto ¿le diste de comer a las gallinas? che, Beto, fijate si el tobiano está para montar, nene, corré hasta el alambrado que golpean, Beto, vení en el sulky y me ayudás a bajar las sandías. Y así todo el día, eso y mucho más.

Beto, Beto, el nombre no se les gastaba nunca. No lo dejaban pensar. Porque él tenía que preguntarse una y otra vez por qué la trenzuda no lo miraba y mascullar también, por qué era el objeto de su indiferencia.
Estaba clarito, a esa mocosa de trenzas largas y ojos negros, tan oscuros como las noches sin luna, le gustaba el Pancho. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? El Pancho era, ¿cómo decirlo? y, atlético, un elástico… más alto que los demás pibes, más rápido. Saltaba las ramas como un gato, con facilidad, cuando él, que lo imitaba a escondidas, se caía y siempre salía con las rodillas raspadas. A todo esto, el tío Pedro lo llamaba para todo.
¡Cuántas veces pensó en ponerle el pie para que se cayera así la trenzuda se reía de él! Pero el Pancho igual no se iba a caer, si era de goma. Encima no se animaba.
Hasta que lo intentó. El Pancho venía con todo, haciéndose el campeón y un tronco bien grueso le cortaba el paso. En el momento que saltó con gracia, como sólo él sabía hacerlo, el Beto le puso el pie y el primero que cayó fue él. ¿Qué hacés pibito? Y el Pancho y la mocosa se rieron a carcajadas.
¡Cuánto sufrió por esas trenzas y esos ojos! Hasta que cumplió los quince y se mudaron dos puestos más lejos. No la vio más.


Montaba el tobiano y se le ocurrió llegarse hasta el árbol cueva, ya tenía veinte y el tío lo dejaba irse lejos. Se sentó debajo y lagrimeó como una mujer. ¡Hombre grande! Tengo veinte años y lloro como una chica.
Una piedrita le pegó en la espalda, se dio vuelta y nada. Al rato, otra le dio en la cabeza y ahí, enfrente de él estaba la trenzuda, sin trenzas, con el pelo suelto, taladrándole los ojos con los suyos negros.
¡Mirá Beto que te pusiste lindo! Ni sí ni no. Se paró de golpe, la agarró bien fuerte y le estampó un beso. De ésos, de los que había soñado toda la vida.
Las mechas de ella le rodearon su cuello envarado.

domingo, 9 de noviembre de 2008


RECORDANDO

Los zapatos le iban grandes, uno o dos números más de lo que calzaba e insolentes los dedos gordos de los pies, pugnaban por escaparse por la abertura de adelante, cosa que le dificultaba caminar. El vestido negro, único, hoy llevaba un cuellito de piqué blanco por adorno. En oportunidades más importantes lo reemplazaban el de raso verde claro o el de encaje encontrado en la caja de su mamá.
Llevaba el delantal dobladito, cosa que no se le arrugara en el camino y los apuntes, (no tenía textos) que había copiado en la biblioteca.
Bajó del subterráneo en la estación Pasteur, el olor del arenque frito la envolvió y se instaló en su flequillo ralo, como siempre partido al medio ¡Imposible llegar peinada!
El tranvía Lacroze, en donde viajó otra vez en el estribo sostenida por alguna mano amiga, había llegado retrasado y no le daban la piernas ni los zapatos para llegar a punto a la calle Charcas.
El cielo se encapotó, seguro que se largaría el agua, se mojaría y entraría a la facultad como pato en la laguna. Por suerte, ésa, que pocas veces estaba de su lado, llegó antes que el chaparrón...


Se perfilaba una tarde sin pena ni gloria. Profesores que faltarían, compañeras que desconocían la ética y el respeto…

La tarde que presentía opaca, terminó en un tardecer y un anochecer luminosos. El placer que sentía dentro suyo, afloraba cuando pasaba por las habitaciones y se acercaba a cada cama de cada embarazada. Ese era su mundo feliz que manejaba a su manera.

Un saludo cordial, un beso, una caricia, palabras de aliento que daba e intuía que eran bien recibidas. Todavía no era el tiempo de la aparición del Método de Parto sin Temor si Dolor.


Escuchó al pasar, ¿viste? hoy vino el ángel de la sala. Por un momento creyó que no era por ella, pero estaba sola. Y se le llenaron los ojos de lágrimas y el pecho se le llenó de orgullo. Sus 18 años, la escasa experiencia, la anonadaba un poco. Utilizaba estampitas de santos, medallas, cruces, la de Cristo, la judía, lo que llevaban las mujeres a parir, y en eso se basaba. Eso hasta la llegada del método al que se abocó con todo.


La tarde que se había pintado oscura y pensar que vendría de vuelta a casa, sola dejando a las gorditas, terminó luminosa.
Él la esperaba en el bar de la esquina, en la Giralda, con un beso en la mejilla, un pimpollo de rosa emergiendo del bolsillo del saco y ¡suerte!, ya no tenía el olor del arenque en su flequillo

martes, 4 de noviembre de 2008

EL FORTÍN

Letras grandes rojas “ SANDRO Helados & Café “ la miran. Cuadros de tela enmarcados con el máximo refinamiento y en el perfecto gusto para todos, también la observan desde la indecente y lastimosa “liquidación en los próximos días”. Muy al frente la chapa en azul de la calle Holmberg le recuerda a quien tiraron desde un piso cerca del cielo en la tétrica época, y una cantidad de sommiers incitan a un descanso placentero.
Todos la miran pero no la ven. Ella los obseva desde la ventana de El Fortín donde come un bocado.
¿Es ella y o es otra? Se le hace que otra ocupa su cuerpo y desliza palabras a sui oído. Ella y la otra. No está sola. Insiste, ella y yo, y se pierde en la obstinación de complicarse.
Hasta unos instantes era una unicidad. Sentada a la mesa, con tres sillas vacías, una al lado suyo y las otras enfrente, escucha a la otra y se pregunta qué hago acá, si en la mañana, llorosa, descubrió la soledad y la decrepitud, por qué ahora discute con la otra, en ese lugar tan apacible como El Fortín.


Y de pronto revela el césped muy verde, unas matas con flores de los mil colores la envuelve con el aroma de la primavera aún no descubierto y seguramente Moro estará esperándola ansioso para que juegue con él y los matices de las pinceladas iluminarán el taller, las letras en la computadora tratarán de acomodarse en orden, quizá sus visitantes amados modifiquen el silencio espantoso de la soledad de los espacios y aunque no esté conforme con el reparto (que nada tiene que ver con el previsional), se dé cuenta que no ha muerto.

jueves, 23 de octubre de 2008




¿Sabés?
Todo lo que escriba
aún lo que piense
no tiene sentido.
Tu ausencia ausenta mis tiempos,
limita mi mente
también me obnubila.
Inútil que el sol aparezca
o la infame luna brille.
Mi egoísmo es tal
Que ya nada importa
todo es vano, fútil, impreciso.
Yo creo que estás, y te gusta
esconderte
para que juguemos
el juego de entonces
cuando en la infancia
para tu fortuna, en todos los juegos
siempre me ganabas,

ESTABA FRESCO

Una sí otra no. Una floja otra no. Saltaba de baldosa en baldosa jugando. Una sí otra no .Medio de yerba medio de azúcar… mamá le había encargado. Repetía el pedido, no fuera cosa que se olvidara. Nunca hacía mandados. Pero llegó la tía Élida y la yerba y el azúcar faltaban para hacer mate. La tía no tomaba más que mate. Té, no, café, tampoco. Igual necesitaban el azúcar Las visitaba hoy porque no vendría el sábado en que ella cumplía los siete años. Ya soy grande, decía bajito al salir de la casa.
Para ir al almacén tenía que cruzar desde su puerta y caminar media cuadra. El sol no estaba. Hacía fresco. No pensó en ponerse un abrigo, su mamá tampoco.
A medida que saltaba oía el ruido que hacía al pisar las hojas secas. Era divertido. Le sonaban a musiquita…
la la sí…la la no.

Se paró y el sonido de las pisadas no se detuvo
, continuaba. Se quedó inmóvil. Un temblor desconocido le corrió por el pequeño cuerpecito. Impávida se detuvo, con terror se dio vuelta y empezó a correr de vuelta a su casa. Cruzó la calle, empujó la puerta y con una exhalación dijo, mamá, ¡en el almacén no hay yerba ni azúcar !.

miércoles, 22 de octubre de 2008

EL, ELLA...EN EL TIEMPO











Un cuerpo vigoroso, armónico , una voz melodiosa, enérgica...
Todo en un hombre que aclamaban desde las tribunas. Juancito, Juan, Nano, tenía la virtud de ser vitoreado.
¿De dónde emergía ese ímpetu, ese talento para abordar las disciplinas todas las disciplinas del atletismo o la entrada al agua en una pileta profesional como la del parque de los Patricios, delfín, apartando las aguas en dos sin que a una gota se le ocurriera salir de su lugar?
El hombre de todas las capacidades, deportista completo, profesor de convocatoria como unos pocos cuantos, complaciente jefe de familia, padre tierno.

Aún veo su figura estilizada, de guardapolvo blanco, cabellos negros pegados a su cabeza como lamidos por mis besos.
Aún tengo su sonrisa blanda, comprensiva, los ojos destilando ternura y esforzando dureza, al querer ser fuerte ante 1.000 ó 1500 niños también de guardapolvo, no tan blancos y al cuerpo, como de prestado.

En el Parque de Recreación donde era Director hacía sonar la campana silenciosa, sin badajo, para mantener el orden ante la multitud barrial, pobre mas no miserable, un sinnúmero de chiquilines en orden, a la espera de regalías como la comida, la atención médica, el cuidado de los dientes, la odiosa y obligada siesta en las sillas tijeras bajo la sombra de los árboles del verde o la deseada entrega de los Reyes Magos en enero.

Aún atrapo la cabellera dorada de ella, en un rodete que la hacía señorial, asomada a la diminuta terraza del departamentito en el mismo predio, en estricta soledad, desde donde miró cuanto podía, casi 10 años, los vaivenes de él, de nosotros tres y de la cantidad de cabecitas carpinchos que pululaban trajinando de aquí para allá.
Aún los veo a los dos. ¡Ah! ¡Cuánto los necesité, parasoles del infernal estío y de los horrendos días de frío!
¡Cuánto los necesito hoy! Forzosamente me refugio en interminables recuerdos.
Por la tarde, ya bajo el sol o habiéndose enfriado el día, él solía preparar en el deporte a cantidad de elegidos, naturalmente o por su empeño, para presentarlos en clubes importantes y hacerlos verdaderos deportistas, a su estilo.
Y nosotros tres hacíamos lo posible para ponernos a su altura. ¡Cómo nos costaba! ¡Pero era tal su perseverancia y tanto su conocimiento!
Después, privilegiados de la vida, en fecha escolar, nuestras obligaciones nos esperaban, (en ese entonces eran obligaciones; hoy es un agradecimiento a sus desvelos). Favorecidos, porque jamás pude saber si algunas de esas personitas de la colonia, que no pasaban los trece años, tuvieron acceso a salir del medio. Nosotros, sí.

Una tarde de verano, un domingo, en que él nadaba en la pileta de la colonia haciendo maravillas desde el trampolín, nos sugirió ir al Tigre donde teníamos “El Palomar”, como había bautizado ella la casita de Parque Alegre, allá en el Delta. El Tigre no me gustaba. A los demás, sí. Pero a fuerza de no contar con otra distracción a mi alcance, no me quedó otra que ir. Odiaba el tema.

Él se solazaba con el paisaje describiendo el Paraná de las Palmas y contaba las anécdotas de su juventud en las islas, en la casa de sus parientes en el arroyo El Ceibo, a la altura de la provincia de Entre Ríos, donde se sucedían sus veranos juveniles, pescando y cocinando para ellos, con gran alegría de los familiares isleños, a quienes les llamaba la atención esa faceta de un porteño.
Y fuimos.
Hacía calor en la lancha colectiva, barcaza con asientos laterales como para pasar a dar lección al frente. La heterogeneidad del pasaje contrastaba con el pasaje. Una señora con sombrero, el sombrero calado característico de las señoras mayores extranjeras para cubrirse del sol, con aire de viajera habituada, bolsos a sus pies y a sus costados, espiaba con subestimación a los demás, en tanto dos cañas de pescar nuevecitas emergían de dos pequeños pigmeos que interrogaban al padre a cada rato para saber cuánto faltaba. A esto se sumaron dos personajes estrafalarios, raros, atemporales, vestidos incomprensiblemente, que secreteaban en un cuchicheo ininteligible.
En tanto, una parejita, ella muy Dorys Day, con unos grititos altisonantes y él, galancito de telenovela, alababan hasta el color de los almohadones de los asientos, que eran casi descoloridas No perdían detalles del paisaje.
Una nena lloraba a todo moco por el miedo que le producía el ruido de la lancha, el agua que nos rodeaba y la gente.
Justamente esto me pasaba a mí, con la diferencia que yo tenía quince años y no lloraba a moco tendido. Yo viajaba asegurándome con las manos la presencia de los salvavidas debajo de los asientos, porque estaba convencida que el sólo contacto con el agua produciría mi muerte.
Al fin llegamos al muelle de Parque Alegre.
Yo, aburrida. Yo, resignada.
Ella y él ocupándose de nuestros bolsos, mis hermanos retozando por la cuadra hasta el Palomar, tratando de avistar a Banderín, blanquísimo y fácil de montar. No para mí y sí para mi hermana que lo bañaba y cepillaba en cuanto llegábamos.

Ese fin de semana llovió a mares y agradecí haber llevado” La Ciudadela” y así leer, apartándome un poco de lo que consideraba “los chicos”. Pero los pequeños no soportaban el encierro y él los llevó a cazar ranas.
Ella, que no acostumbraba a sestear, se recostó, recreándose vaya a saber en qué pasaje de su hermosa juventud llena de música. Y yo me regodeé con mi libro, quedándonos las dos bien solas a nuestro gusto.
La casita era alta, por lo que no me mojaba ni los pies, que era lo que más me fastidiaban.
¡Ésa cosa mía con el agua del río!
Estaba bajando el sol y oscureció muy pronto. Ella se impacientó por la tardanza y me di cuenta aunque disimulara de su nerviosismo.
Las ranas croaban insoportablemente fuertes El agua caía anegando la planta baja. A ras del suelo, asomadas por la ventanita, vimos una luz. Parecía un farol. A mí se me ocurrió que el lucero se había caído. ¡Cómo iba a haber lucero con esa nochecita que se avecinaba!

Un - ¡hola! ¿Hay alguien? nos sacó del silencio de la ciudad de los muertos en que se había convertido El Tigre. Ella muy asustada, (se asustaba de todo), preguntó con una voz salida de sus inmensos temores - ¿Sos vos? Silencio intenso. – ¡Ay! no, nena, no son ellos. Tuve miedo, como esas tantas noches en que los fantasmas de los vivos y los de los muertos vivos me atormentaban despertándome en un océano de hielo, hasta que “él” ponía sus manos sobre mi frente y yo volvía a tener paz.
Se acercó el foco y cuál fue mi sorpresa al ver a” los raros”, despeinados, embarrados, preguntándonos con desazón si podían entrar a la casa.
Ella, vencido el miedo por la hora avanzada y las voces extrañas, aceptó y yo me quedé mirándolos. Ya no eran los raros de la lancha colectiva, eran dos chicos como yo, como mis compañeras del Normal. Se les habían ido, por la mojadura, los peinados espantosos que los hacía particulares. Mamá les ofreció ropa para cambiarse y un té. Yo seguía con mi asombro. ¡Eran comunes!

Y contaron sus historias, tan normales como ellos, y tan tristes como la de tantos!
Mal en casa, mal en el colegio, a la búsqueda de otra vida, sin padres los dos, sin intereses, sin compromisos.
Los cazadores nocheros regresaron y encontraron las visitas. Con su benevolencia oculta y aparente adustez, mi siempre “caballero andante”, mi “Cid”, conversó con ellos largo rato. Como siempre, se dio al rescate, a la plática instructiva que no aburría, que deleitaba.
Se quedaron el fin de semana hasta que la lluvia amainó y se fueron con una fuerte y firme promesa de volver a vernos. No nos vimos más.

Hace un año, a tantos de ese episodio en el Tigre, sin ÉL y sin ELLA, mis padres que ya no están, en la guardia del hospital donde trabajo, encontré dos caras que reconocí de inmediato:… “los raros”.
Él, médico, ella, enfermera, bajaban de la ambulancia a un herido de bala, en pésimo estado.
- Apuremos gorda, comunicate con los chicos a ver cómo están así al terminar la guardia vamos para casa. En una hora, más o menos, avisales.

Desde hace un año, después del encuentro en el Hospital, volví a hacer la misma promesa hecha allá por el cincuenta y... pero esta vez, con frecuencia seguimos viéndonos y la mayoría de las veces les contamos a nuestros hijos pasajes de nuestro encuentro, en una noche lluviosa en El Tigre, con el recuerdo de los dos personajes maravillosos que conocieron y que nosotros tuvimos como padres.








lunes, 20 de octubre de 2008














MI BELLA DAMA





Tarde primaveral.La calle quieta. Atardece. La calle Malvinas lucía sus árboles con el esplendor de verdes engamados.


El barrio tranquilo. Algún que otro vecino pasaba en bicicleta y un silbido se iba perdiendo desde Francisco Bilbao hasta Monte y rompía el silencio que de tan silencioso se hacía aburrido.

Los pequeños lucían brillantes sus zapatillas blancas producto de la tiza en polvo, casi nuevecitas, envidia de los otros chicos de la cuadra. Muchas veces la mayor y la menor pelearon para defender al del medio que se quedaba corto en la atropellada.


Ya sentados los tres en el umbral de la puerta, la ventana del çomedor se abría y la dama rubia del peinado con rodete a lo Evita, echaba la mirada acostumbrada y reconvenciones " quietitos ahí, no se vayan del umbral, no crucen la calle"... Era lo esperado de todas las tardes. Y una vez ella tranquila, comenzaba el concierto de piano.


Empezaba siempre con "Inspiración", seguro luego "Tinta roja", " El motivo", "La última copa", "Desencuentro", pero cuando venía "Fumando espero", el niño entraba corriendo, se ubicaba bien cerquita y acompañaba.. "fumar es un placer, genial, sensual, fumando espero al hombre que yo quiero..." y cuando llegaba a "·los cristales de aquellos ventanales " las chicas se asomaban para ver y oír a quien ni sabía de qué se trataba lo que estaba cantando. Cuando escuchaban "La que nunca tuvo novio" ellas tampoco entendían y al compás de "Garúa", imaginaban las botas y los impermeables.


Este ritual, con cambio de temas, pasó a ser el concierto de las reuniones familiares, acompañando a los coros que se formaban con pedidos aún de los temas que nunca había interpretado. ¡ Porque de tango, de tango y orquesta tenía mucha experiencia!


Épocas lejanas, años que no necesitan borrarse.


Fuiste mi pianista preferida, vos, que traías tu historia como profesora de violín cuando apenas contabas trece años. Vos que ya para entonces dabas clases en el Conservatorio donde estudiaste, vos que fuiste Directora de orquesta de mujeres, con tu mágico violín, tus trajes de noche comprados de segunda mano iluminando con tu belleza el palco desde donde mirabas al público de tantos cafés de la calle Lavalle.


Aún te veo con tus ochenta y pico, mamina, poniendo el pie en la sordina y tus manos en el teclado con la pulsación de hombre, como Luis Visca o Horacio Salgán .


Mamá, todavía te escucho, te veo.
Sigo admirando tu oído exquisito, tu estilo, tu forma de interpretar, Algo muy dentro mío.


"A la gran muñeca" sonó fuerte cuando nos dejaste para seguir acompañándonos siempre.

jueves, 16 de octubre de 2008

FUI LLEGUÉ SOY



Voy, vengo, me llevan, me traen, desde chiquito estoy muy cuidado.
En la primaria, ¿por qué mamá no me dejaba ir a los cumpleaños? ¡Yo me quedaba con un gusto amargo en la boca! Me parece que era el único que faltaba y al otro día, escuchaba los comentarios y ya no me entristecía, me enojaba.
Con el pasar de los años, me fui acostumbrando. Para entrar al secundario, no pude elegir colegio, aunque en esa edad, ni se sabe qué se quiere. Pero yo quería ser maestro y después estudiar Historia.
No pudo ser.
- Ser maestro es no ser nada, escuché decir a papá en un almuerzo. ¿Historia? Hay otras materias…Y no estudié Historia.
Al cumplir los diecinueve, viajamos a Europa y acompañados por la familia de papá recorrimos gran parte de ella. Decidieron quedarnos por un tiempo y en Italia, chapurreando primero y estudiando, mi italiano fue fluido.
Nos quedamos a vivir en Italia.
Mamá que sabía de mis aspiraciones, aceptó que pintara. Yo quería pintar, porque lo de Historia había quedado amordazado en el olvido. Pero la necesidad imperiosa de saber, conocer de los próceres, de San Martín, Belgrano, Moreno, me rondaba. Era una obsesión indefinida.
Y en cuanto pude escapar a esa sensación que me rodeaba de sentirme prisionero de los tiempos, los gustos, comencé la búsqueda difícil en en bibliotecas en tierra extraña.
San Martín me apasionaba, Belgrano me emocionaba y Moreno hacía como una fogata dentro de mí que no podía apagar como su fuego interior.
Volvimos a Buenos Aires por unos negocios pendientes de papá., papá, que nunca se interesó por mis problemas juveniles, adolescentes.
Hubo familiares que me decían cuando alguna vez vieron mi cara triste ante una negativa áspera de él, seca, cerrada, que no había sido tratado con cariño. Me pregunté muchas veces por qué no me hablaba con cariño
¿Saben dónde estoy hoy?
Estoy en casa de Abuelas. Acabo de encontrar a mi familia. A mi abuelita, a la mamá de mi mamá ¡viejita hermosa! .
Hoy soy.
Soy el que soy.

martes, 14 de octubre de 2008

El indio no es el que mira usted...
Alan Mills

El indio no es el que mira usted
en el catálogo de turismo,
cargando bultoso
llevándole comida a la mesa.
Tampoco el que ve desde la ventanilla
y pide monedas haciendo malabares,
ni el que habla una lengua muy otra
y resiste fríos nocturnos.
No, el indio está adentro,
y a veces se le sale,
acéptelo,
aunque lo entierre en apellidos,
aunque lo socave bien
y niegue su manchita de infancia,
ahí está, acéptelo.
Y si aparece esa agua rancia,voraz,
el aguardiente que inflama,
ya verá que se le sale,
el indio empuja con su fuerza de siglos,
emerge ardoroso y se le sale,
con lo guardado,
con lo que dura doliendo.
No, no es otro,
el indio soy yo,
a ver, repita conmigo.

domingo, 12 de octubre de 2008


El texto que transcribí más adelante y en el que expreso la exposición del cacique aborigen, aclaré que fue escrito por el periodista bolivariano Luis Brito García. No me detuve mucho en él, en un comienzo . Dicha exposición que circula desde los años 90 , tuvo su difusión a nivel mundial.

Me llegó, como a tantos, por medio de un mail y es ahí donde me interesé y estoy segura que su difusión fue muy extensa.


Luis Brito García es un intelectual de izquierda totalmente comprometido y participativo en su país, con su ideología en pro de la democracia. Él dice : "En casi todos los medios de mi país estoy vedado, pero ahí está el cacique Guaipuro, difundiéndose por sí sólo en todo el mundo".


Luuis Brito García nació en Caracas en 1940. Obtuvo premios y galardones como Premio Casa de las Américas con La colección de relatos Rajatabla (1970), Premio Internacional por la novela Abracadabra (1979), Premio en Literatura Humorística Pedro León Zapata por "Me río del Mundo" (1981 9, "Orgía Imaginaria" (1984) ", Premio de Teatro Juana Sujo por "Venezuela Tuya" (1971, Premio Municipal de Teatro por "El Tirano Aguirre " (1970, Premio Latinoamericano y Dramaturgia Andrés Bello por "La misa de la esclava" (1980 ), y estrenó la ópera "Salsa", con música de Cheo Reyes en 1977.

Está sabido que es un gran pensador, periodista de opinión e investigador de Ciencias Sociales.

Todos estos datos los tomé de la página de Cultura del periódico Miradas al Sur.

Desde muy niña, argentina, aún antes de querer ser maestra, me planteé el tema de los festejos del 12 de octubre, (siendo nieta de inmigrantes). Me decía, si América continente existía y Colón vino hacia occidente, quería decirse que ya había pobladores.

En cuanto empecé a estudiar Historia, me enseñaron que el 12 de octubre era "fiesta" o "feriado", por los festejos. y con el tiempo, supe, muy pronto que eran años, como ahora son 516 en que Colón llegó a América y que no descubrió lo que ya existía, que se encontró con una civilización adelantada. Que España, ejerció presión y opresión a los pueblos, les quitó su lengua, haciendo caso omiso de que tenían su propio alfabeto, les cambió sus costumbres, los evangelizó con nuevas creencias, es decir les hizo abandonar su religión, ignorando sus propios dioses y por sobre todas las cosas se apropió de sus riquezas en oro. Que fue lo que esperaba de estos viajes del genovés, Isabel la reina de España.

Es lamentable que la Historia, como materia, que se enseña en los establecimientos educativos de nuestro país, Argentina, y especialmente los privados,no estén agiornados, que no sea la verdadera, y nuestras próximas generaciones no sepan con claridad y cuanto antes reconocier a los auténticos dueños de las tierras americanas y que en gran número, alrededor de 40 millones de aborígenes siguen siendo "los más pobres, los más explotados, los más marginados, es decir los saqueados" (así se expresa la escritora Jimena Arnolfi, en el periódico que nombro al comienzo, "Miradas al Sur". AMÉRICA SIGUE PERDIENDO

miércoles, 8 de octubre de 2008

Los tres temas que pongo en este mail a continuación, son para mi amigo, vecino, desconocido por mí, aunque debiera conocerlo, pues ha crecido y ya no es el niño que era y además de joven amable, que me dio las monedas que no me alcanzaban para tomar el colectivo juntos.Tuve con él una conversación enriquecedora para mí.
Encontré un joven con alma y espíritu de artista, de lleno en el tema y hacía mucho que no oía de boca de un varón, tanto amor para el teatro.
Van para él, estos temas, que quieren ser monólogos como para escenificar o ubicarlos dentro de sus trabajos.
Para vos futuro artista


ESPERAS

¡Qué esperas, altanera, con la mirada puesta en el vacío con ojos que no consiguen ver lo que aguardas con ansiedad intensa? ¿Será al delfín aún no ha llegado de los mares que lo circundan y envuelven, atrapado por medusas de filamentos de oro y extraños ritos cerrándole la huída?
Discurres,( te oigo), y dudas en sentar al reo para rendir sus culpas.
Como sin querer te preguntas ¿qué le habrá sucedido esta mañana?
No lo adviertes. Está ahí. Te observa y yo también
Te mira desde lejos, otea sagaz, oculta aviesas intenciones.
Te espía con avaricia cierta, protege su tesoro más preciado.
No lo ves.
Se acerca lento, sigiloso, lo veo como leopardo en celo, cuidadoso de su presa y sus captores.
Se apura, te toma de sorpresa......y giras hacia él y vuelve la vida y .las ganas de andar por las montañas, escalar cerros, vadear los llanos, unidos, tomados de la mano.
Ya. Ya se ha ido tu mirada vaga llena de desconfíos.
Ya cambiaste el color de tus mejillas y vuelves, como otras, a reír esta mañana.


. RETABLO

Carcajadas calientes resuenan en la noche pintada de rocío. Tengo miedo y frío
Fantasmas, polichinelas de un retablo de tallas grotescas, juegan despiertos, se extasían procace insolentes marionetas salidas de una pesadilla rondando el arrabal.
Sólo vos, incólume estatua muerta, apostura de blasón extraño, ritual profano, en el piélago verde
Nubes dilatadas, perfiles lineales y las alhucemas, juntas velamos tras las rejas
La espera es inútil, no llega.
... Mejor olvidemos... tú, marmórea, yo... yerta, esta espera de tanto esperar.
ÉL, CAMINANTE.( hiperbreve mudo)

Un carro sin caballo. Detrás él. Él, 40, 50 años, pueden ser 100.
Mal afeitado, rubicundo, pelo agrisado al descuido asoma bajo su gorra deshilachada. Empuja con todas sus fuerzas el que quiere ser vehículo. Ya casi no puede. Los cartones sobrepasan su escasa estatura. Se para. Espera y retoma resuelto, Se agacha para acomodar los viejos zapatos sin cordones. Se yergue y aparenta ser más joven. Vuelve a encorvarse para empujar y continuar su camino.
Hace frío. No le hace mella y apenas se envuelve en una especie de bufanda negra, gris o más bien parda. Le alcanzan unas botellas de plástico y algunos cartones. Agradece con un gesto quitándose la gorra.
Un gracias y continúa su ruta interminable.


MALENA, pequeña (soliloquio)

Miro el cielo, es azul, ¿lo ves vos ?ni una nube lo perturba, cientos de colores suben. En el globo más lindo, más perfecto, en el del color de las lilas, estás vos, Malena.
Conformás un poema hermoso y fragante, con olor de lilas, que perfuman…como vos.
Sin par, te veo en la dimensión del globo lila; otros te acompañan, se funden en hermosa sinfonía...como vos.
Tus ojos, pequeña, enmarcados por el flequillo negro, con el resto del pelo hacia los lados en esa perfección de tu cuello terciopelo, te hacen parecer un Modigliani.
Habrán otras niñas llenas de bondad...como vos, criatura de candor que embelesa.
Te observo, niña y mi fascinación… vuela…escapa del entorno que me circunda, adivino el vuelo de las mariposas coloridas y las hadas que te han dado los dones.
Posiblemente no entiendas mis miradas insistentes, criatura de candor inocente, nieta mía.
Atesorás, Malena, el conjunto del aroma de las flores, que perfuman como…. vos.

espero amigo artista que te sirvan de algo para tus pruebas o ensayos o simplemente para leerlas y decirme algo sobre ello
Ante la llegada del 12 de octubre y de las Fiestas preparadas para la memoración del Decubrimiento de América, que sabemos bien que ya exixstía, como no estoy de acuerdo de que la fecha sea un festejo y sí, de que es un acontecimiento que rememora una gran invasión y el más grande genocidio, aún mayor que el genocidio nazi expongo en éste, mi mail, la siguiente exposición

Exposición del Cacique Guaicaipuro Cuahutémoc ante la reunión de Jefes de Estado de la Comunidad Europea

El texto al que me refiero es una obra de ficción, pero su contenido es aceradamente cierto.La crítica a los europeos absolutamente justificada y la redacción muy ingeniosa.
El cacique Guaicaipuro existió hace poco menos de quinientos años, aunque su nombre real no incluía el ahora añadido Cuahutémoc.
El autor del relato es Luis Britto García (Caracas, 1940, escritor venezolano), que lo publicó el 6 de octubre de 2003, con motivo del Día de la Resistencia indígena (12 de 0ctubre), bajo el título de "Guaicaipuro Cuatemoc cobra la deuda a Europa".

GUAICAIPURO CUAHUTÉMOC COBRA LA DEUDA A EUROPA


Aquí pues yo, Guaicaipuro Cuahutémoc he venido a encontrar a los que celebran el encuentro.
Aquí pues yo, descendiente de los que poblaron la América hace cuarenta mil años, he venido a encontrar a los que la encontraron hace solo quinientos años.
Aquí pues, nos encontramos todos. Sabemos lo que somos, y es bastante.
Nunca tendremos otra cosa.
El hermano aduanero europeo me pide papel escrito con visa para poder descubrir a los que me descubrieron.El hermano usurero europeo me pide pago de una deuda contraída por Judas, a quien nunca autoricé a venderme. El hermano leguleyo europeo me explica que toda deuda se paga con intereses aunque sea vendiendo seres humanos y países enteros sin pedirles consentimiento.
Yo los voy descubriendo.
También yo puedo reclamar pagos y también puedo reclamar intereses.
Consta en el Archivo de Indias, papel sobre papel, recibo sobre recibo y firma sobre firma, que solamente entre el año 1503 y 1660 llegaron a San Lucas de Barrameda 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata provenientes de América.
.¿Saqueo? ¡No lo creyera yo! Porque sería pensar que los hermanos cristianos faltaron a su Séptimo Mandamiento..
¿Expoliación? ¡Guárdeme Tanatzin de figurarme que los europeos, como Caín, matan y niegan la sangre de su hermano!
¿Genocidio? Eso sería dar crédito a los calumniadores, como Bartolomé de las Casas, que califican al encuentro como de destrucción de las Indias, o a ultrosos como Arturo Uslar Pietri, que afirma que ¡el arranque del capitalismo y la actual civilización europea se deben a la inundación de metales preciosos! ¡No!
Esos 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata deben ser considerados como el primero de muchos otros préstamos amigables de América, destinados al desarrollo de Europa.
Lo contrario sería presumir la existencia de crímenes de guerra, lo que daría derecho no sólo a exigir la devolución inmediata, sino la indemnización por daños y perjuicios.
Yo, Guaicaipuro Cuatemoc, prefiero pensar en la menos ofensiva de estas hipótesis. Tan fabulosa exportación de capitales no fueron más que el inicio de un plan “MARSHALLTESUMA'', para garantizar la reconstrucción de la bárbara Europa, arruinada por sus deplorables guerras contra los cultos musulmanes, creadores del álgebra, la poligamia, el baño cotidiano y otros logros superiores de la civilización.
Por eso, al celebrar el Quinto Centenario del Empréstito, podremos preguntarnos: ¿Han hecho los hermanos europeos un uso racional, responsable o por lo menos productivo de los fondos tan generosamente adelantados ... por el Fondo Indoamericano Internacional?
Deploramos decir que no.
En lo estratégico, lo dilapidaron en las batallas de Lepanto, en armadas invencibles, en terceros reichs y otras formas de exterminio mutuo, sin otro destino que terminar ocupados por las tropas gringas de la OTAN, como en Panamá, pero sin canal.
En lo financiero, han sido incapaces, después de una moratoria de 500 años, tanto de cancelar el capital y sus intereses, cuanto de independizarse de las rentas líquidas, las materias primas y la energía barata que les exporta y provee todo el Tercer Mundo.
Este deplorable cuadro corrobora la afirmación de Milton Friedman, según la cual una economía subsidiada jamás puede funcionar y nos obliga a reclamarles, para su propio bien, el pago del capital y los intereses que, tan generosamente hemos demorado todos estos siglos en cobrar.
Al decir esto, aclaramos que no nos rebajaremos a cobrarle a nuestro hermanos europeos las viles y sanguinarias tasas del 20 y hasta el 30 por ciento de interés, que los hermanos europeos le cobran a los pueblos del Tercer Mundo.
Nos limitaremos a exigir la devolución de los metales preciosos adelantados, más el módico interés fijo del 10 por ciento, acumulado sólo durante los últimos 300 años, con 200 años de gracia.
Sobre esta base, y aplicando la fórmula europea del interés compuesto, informamos a los descubridores que nos deben, como primer pago de su deuda, una masa de 185 mil kilos de oro y 16 millones de plata, ambas cifras elevadas a la potencia de 300. Es decir, un número para cuya expresión total, serían necesarias más de 300 cifras, y que supera ampliamente el peso total del planeta Tierra. Muy pesadas son esas moles de oro y plata. ¿Cuánto pesarían, calculadas en sangre?.Aducir que Europa, en medio milenio, no ha podido generar riquezas suficientes para cancelar ese módico interés, sería tanto como admitir su absoluto fracaso financiero y/o la demencial irracionalidad de los supuestos del capitalismo.Tales cuestiones metafísicas, desde luego, no nos inquietan a los Indoamericanos.
Pero sí exigimos la firma de una Carta de Intención que discipline a los pueblos deudores del Viejo Continente, y que los obligue a cumplir su compromiso mediante una pronta privatización o reconversión de Europa, que les permita entregárnosla entera, como primer pago de la deuda histórica....Dicen los pesimistas del Viejo Mundo que su civilización está en una bancarrota tal que les impide cumplir con sus compromisos financieros o morales. En tal caso, nos contentaríamos con que nos pagaran entregándonos la bala con la que mataron al Poeta.Pero no podrán. Porque esa bala es el corazón de Europa.

domingo, 5 de octubre de 2008

LA CONDESA DESCALZA


Deslumbraba tu cabello despeinado, semirizado, los rulos al viento. Los ojos centelleaban abarcando el espacio. Bracitos cortos, tus manitas regordetas aleteaban, palomas voraces y tu cuerpo se deslizaba en el piso mugroso, húmedo del amanecer. Volabas, no caminabas.
El frío me atenaceaba, a vos, ni el viento ni el frío te herían.
A mí, sí.
Rrecogías del suelo,¿eran perlas o pedruscos? que no lograba distinguir..
Aclaró.
Tus ropas semiandrajos, las piernas desnudas y los pies descalzos.
Al grito de tu madre (¿lo sería?), volviste la cabeza.
Cada tanto te veo, pequeña niña, mi condesa descalza.

viernes, 3 de octubre de 2008

EL JOVEN ESTÁ REFLEXIONANDO





El joven está reflexionando
El joven está reflexionando pensativo, ausente. Se hace muchas preguntas, mientras patea perlas que son pedruscos, el joven está reflexionando pensativo y ausente, el joven está reflexionando.
¿Qué le pasa al joven?
¿Sueños desvaídos?
Los árboles gigantes, talados. Con extrañeza mira a su alrededor. Descubre que es un páramo.
El agua que corría rauda con brío bajando de la montaña ha desviado su curso, no la ve, el sol que no daba tregua y sí vida, falta como el sonido. Los pájaros no cantan, no están. El titilar de los bichitos de luz ¿ adónde se habrán ido? Las flores de millonésimos colores y el verde musgo han desaparecido.
¿Qué pasa con mi tierra?
El joven acaba de descubrir que depredadores la arrasaron.. Intenta moverse y acudir a buscarla, a ella , la reina de sus ensueños. Descubre que la arena iridiscente no la rodea y el sol no la dora, no hay respiración en lado alguno y ella no está.
Sólo un par de tijeras apunta a su pecho, le quema, le arde. Sudor helado lo cubre, las sábanas se le han pegado al cuerpo.
Abre un ojo, un solo ojo.
Entonces sabe que ha tenido una horrible pesadilla.


INTERROGANTE







¿Dónde se acomoda sino en ese sillón del rincón que no se vean los ojos gastados marrones, marrones nada? Nada como supo ser su pelo castaño nada hasta llegar a un rubio dorado para que las canas no mostraran los estragos de los años?
¿Él entenderá?
¿En qué iba arefugiarse sino en ese negro brillo abetunado, al que no divisaba en las noches negras sus ojos renegridos?
Él entendía. Si no, en la loca soledad, soledad de soledades de vacíos, de caricias lejanas ya. no subsistiría. Pero está.
¿Para qué recordar, le decía, si las heridas duelenn, se clavan, anidan, destrozan en lucha despareja su cuerpo de niña envejecida.
Estaba segura que la entendía. Entrecerró los ojos y le dijo suavemente, sí, cierro mis ojos, acaricio tu lomo complaciente, confundo tu sumisa mirada con la mía en el vacío del túnel de sombras que me llama y es mejor que enfile con mi robe, mortaja a punto de cambiar de mano, los escarpines que ya piden basta y a tu lado me deslice hacia el espejo con su mentirosa visión de mi antigua esbeltez, me acueste en la cama para llorar como siempre y amanezcamos yo en mi cama y vos a mis pies.
Y Moro entendió.

miércoles, 1 de octubre de 2008




CARLOS FRANCISCO

SERGIO MUJICA



ERNESTO CARDENAL























Hoy tengo una pena, de ésas que me acometen y más cuando se refieren a las injusticias.


Decía Ernesto Cardenal: ( en un salmo hereje)

Al perderte yo a tí
Al perderte yo a tí tú y yo hemos perdido.
Yo porque tú eras lo que más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a tí
pero a tí no te amarán como te amaba yo.



Este sacerdote y poeta, con su barba, su boina, su camisa de siempre, sigue con el mismo compromiso idológico de hace 60 años.
No se le perdona el disenso. A este ex Ministro de Cultura tras la revolución de 1979, se le congelan sus cuentas corrientes y recibe únicamente 100 dólares de pensión, cuando su gasto en medicamentos es seis veces mayor

Ernesto Cardenal tiene 83 años y recibe cantidad de acusaciones como las de explotar indígenas y ser alcohólico.
Vive en Managua y está agotado por la lucha de toda su vida y por sus años.
Su postura ante la dictadura institucional de su país, Nicaragua, me hace volver a la frase y al pensamiento " el hombre es el lobo del hombre".
Este tenso poeta y sacerdote, humanista, gran religioso ha sido solidarizado por 200 intelectuales de todo el mundo. Tales como Juan Gelman, Eduardo Galeano, Mario Benedetti, José Saramago e Ignacio Ramonet
Juan Gelman, según Emiliano Guido dice:"Por fin puedo expresar mi repudio a este acto contra Ernesto Cardenal de quienes de sandinistas ya no tienen nada y ni el taco del zapato le llegan al gran poeta, al gran humanista, al gran religioso. Puedo ahora declarar públicamente que me alegra haber rechazado la orden de Rubén Darío que querían otorgarme. Esos nombres, Rubén Darío, Ernesto Cardenal, seguirán vivos cuando la infamia se apague".
La honestidad ideológica de Juan Gelman se mantiene indemne ante honores o premios, y esto hace que sienta un gran respeto por él.

"Cardenal luce iincólume ante el aluvión ideológico del promodernismo neoliberal", argumenta Jacobo García , desde el diario El Mundo de España. Otro escritor, argentino, Arturo Sasturain dice de él "Es el cura Cardenal pero no parece cura y sí Cardenal, aunque nunca será Papa".
"Ni en Managua ni en el Vaticano ", agrega Emiliano Guido del semanario Miradas al Sur, artículo que leí con mucho atención, por lo bueno.
"Me siento triste y agotado, perseguido por perros rabiosos" dice el poeta en la mansedumbre de su patio hogareño de Managua ( dice Emiliano Guido)

Y este maravilloso hombre me hace parangonarlo con el padre Mujica.

El sacerdote Carlos Mujica, Carlos Francisco Sergio, había nacido en Buenos Aires el 7 de octubre de 1930, siendo tercer hijo de Adolfo Mujica, diputado conservador y ex Ministro de Relaciones Exteriores del Presidente Arturo Frondizi y de Doña Carmen Echagüe, hija ella de terratenientes adinerados. A él, el mundo de los pobres le era desconocido, cinco disparos de lo ametrallaron.
Murió en el Hospital Salaberry.
Como Cardenal, en su historia personal, descubrió el mundo del hambre y la miseria. Nunca abandonó la vereda de los humildes, bien sabido que ello le trajo innumnerables inconvenientes.

Estos dos hombres son paradigmas de la verdadera vocación de servicio. No es exactamente propiedad de los religiosos, es su verdadera razón del paso por la vida
Me pregunto siempre ¿De qué vale pasar por ella si no se está dispuesto a tender la mano hacia abajo o al costado y elevar, en valores metálicos o en la enseñanza , que realmente, si somos "humanos", como especie, somos todo iguales?

Estas disgreciones son nada, comparadas con la obra de estos hombres y otros tantos que han dado su vida por mejorar a otros, sin pensar en ellos mismos.