jueves, 29 de mayo de 2008

SIN TÍTULO no me animo DE TATÚN

Ser respetuoso y tolerante con todas las ideas políticas y con todas las creencias religiosas.

Tratar a los demás como nos gustaría ser tratados.

No menospreciar a ninguna persona por su raza o condición social.

Partir de la base de que los derechos de cada cual terminan donde empiezan los de los demás.

Hacer el bien por el gusto de hacer el bien.

Solamente una vez pasaré por este mundo; cualquiera palabra bondadosa que pueda pronunciar, cualquier acción que pueda realizar, diga esa palabra, haga esa aciión ahora, pues no pasaré más por aquí.

Este escueto texto ¿ proviene de un maestro en clase?, ¿ de un papá educando a sus hijos? ¿ de un amigo que deja un mensaje postrero a sus amigos?

No. Simplemente es de un isleño, hijo de europeos catalanes que, hizo su primaria en las islas y se dedicó a trabajar y leer, nunca tuvo pareja y dedicó su vida a estudiar todo lo que en la isla remota, cae en sus manos.

sábado, 24 de mayo de 2008


ANTONIETTA



Bajó del barco con la valijita de cartón que le regaló Nunciatta. Llevaba poca ropa, tan poca. Si conseguía trabajo no tendría que ponerse por mucho tiempo.
El viaje había sido largo. Le recomendaron con insistencia que tuviera cuidado, que no hablara con desconocidos (desconocidos eran todos), hasta llegar a ese puerto de Buenos Aires. Cumplió al pie de la letra.
A veces un hombre la miraba de reojo asustándola. En particular le distraía su atención puesta continuamente en la inmensidad que parecía aclamarla hacia lo más profundo, la forma de calzarse la gorra sonriendo misterioso en medio de vaivenes y malabares de un circo detenido vaya a saber por qué. Tampoco le gustaban la señora gorda y su hija flaca, salidas de una película que vio en el cine del pueblo, la
del cómico con bigotes y bastón, no se acordaba el nombre, que la hizo reír como nunca. Las dos, madre e hija se la pasaban espiando desde su lugar, atentas a los movimientos de cada uno de los muñecos oscilantes en el tráfago de la aventura compartida. Ensueños, sueños, esperanzas, promesas.
Un personaje la impresionaba de verdad. Tenía el aspecto de un truhán y vestía como tal. De zapatos negros brillantes a la luz del sol, presente y perseverante horas y horas, dos espejos, como su pelo partido en dos, apretando la cabeza en el esfuerzo de ganar espacio. Camisa negra, corbata blanca. Seguro que era un mafioso. ¡Por la Madonna!
De miedo en miedo terminó la travesía.
En el puerto, el fantasma que iba y venía por su cabecita de inmigrante de saber el lugar adónde iría a vivir, la atormentaba desde el mismo instante de la partida de la costa de mar azul que recién había conocido tras bajar de la montaña del pueblito pequeño querido. El fantasma se agigantó.
Se sentó en un banco con desconsuelo y el correr de las lágrimas acumuladas y lloró por todo. Por la muerte antes del alba de su madre, por el abandono del padre ente la ausencia de su mujer, la falta de familia y la pobreza que pegaba fuerte. Ante tanta falencia denigrante como toda la pobreza del pobre, trabajando, buscando, rebuscando liras, decidió irse. A Buenos Aires. Había oído mucho de Buenos Aires. Y de Italia a Buenos Aires la distancia era mucha. Sus dieciocho años se impusieron a todo consejo de los aparecidos de la nada. Atrás quedaron el barbero y su señora, el cura y el comendatore.
Así como así, Antonieta pasó a ser en Buenos Aires de la familia de Marccello su amor repentino, impensado y ferviente pasión que de rápida amistad pasó a ser compromiso matrimonial. Él terminaba estudios de Medicina y ella prendió a hablar en porteño y después un curso acelerado de estudios secundarios.
Todo perfecto. No soñado. Hasta la fiesta del compromiso.
Entre los invitados la tanita descubrió que el primo predilecto de la familia
de él, era nada menos que el mafioso del barco.
La noche que debió ser espléndida, con su vestido de gasa y el traje impecable de él, se convirtió para Antonieta en un tormento. El hombre no dejaba de acosarla con aviesa mirada de halcón avistando la presa marcada.
Entonado con varias copas demás, la arrebató de los brazos del novio, insistente con la desazón y la vergüenza de la muchacha.
¿El final de esta simple historia?
Nunca dejaré de llorate, Marccello, amor de mi vida.
Antonietta

Y...FIN


Pleno barrio Recoleta. La confitería pintaba linda. Mas que linda, pituca. Mesas chicas, redondas, otras bajas largas con sillones de cuero blanco, de los queç uno no puede sentarse por lo bajos y tampoco levantarse por lo cómodos. El periódico importante al descuido, para los habitués elegantes. Le sóno a otro mundo y no se equivocaba. Venía de otro barrio.
Le sobraba el tiempo, mucho, tiempo era lo que le excedía, por lo tanto fue al baño, se miró en el espejo, retocó sus mejillas con algo de rubor. Estaba pálida. Era así, pálida, sin color, desde siempre. Con el nuevo corte de pelo no se vio tan mal. Volvió al salón y eligió una mesa baja con sillones blancos. Hojeó el diario sin interés, nada importante para ella. La cartelera de espectáculos, ¡cuánto hacía que no pisaba cines ni teatros!
Comenzó con su acostumbrada observación. Vaya, dos muchachas jóvenes leían apuntes al unísono, otras dos, más grandes arreglaban el mundo con los ojos y sus manos. La moza que atendía, diría él, era una “gallinácea” pelirroja, por sus pelos parados. Pidió un cortyado. Un chiquilín con su parla deleitaba a una pareja que de seguro ella no era la madre, ¿por qué?. Él, bastante mayor, y la mujer, atendía lo que el niño hablaba a los gritos como si fuera la primera vez que lo viera.
La distraía el chillido de la voz que hacía de fondo, no le daba resuello, cantaba, cantaba, mejor, ladraba.
Tomó el cortado. Decidió escribir. Levantó la vista.
Entró caminando ella. Pisaba a punto de caerse en cada paso, Llevaba encima años y aristocracia. Sola. Sola y se dijo, como yo, como tantas. Otra que tomó su cortado pero contra reloj. Se fue igual que entró, llevada por las piernas inseguras de la edad, tiesas, viejas, amarillentas como su collar de perlas..
Delante suyo y de espaldas, ella y él leían distintos diarios. Se detuvo en la mujer que emitía sonidos como si todos debieran oírla. Cabellos cortos, canos, con rulos marcados con ruleros, comía las masitas de una última cena.
Cuando descubrió el reloj con correa negra en la muñeca de la mano izquierda de él, dejó de escribir.

INTERROGANTE

¿Dónde iba a acomodarse sino en un rincón con tal que no se notara, que no se le vieran los ojos gastados marrones, marrones nada? Nada, como su pelo que había sido del mismo marrón rata hasta que cambió por un rubio bien dorado, porque las canas ya hacían estragos aunque declamase que no le importara .
¿En quién iba a refugiarse sino en ese negro brilloso abetunado al que no lograba divisarle en las noches negras sus ojos renegridos?
¿En qué pensaría sino en esta loca soledad, soledad de soledades, soledad de vacíos, de caricias escondidas, perdidas, (¡que no se viera el amor!)?
¿En qué soñaría si no tenía delante, sueños, ni para hoy ni los de un mañana?
¿Para qué recordar si las heridas dolían, se clavaban, anidaban, destrozaban en lucha despareja del ruedo de las bestias, su cuerpo de niña envejecida?
Cerró los ojos, acarició el lomo complaciente, de sumisa mirada del que sirve, servidor de voluntades, de impaciencias, de fastidios, de indiferencias rebuscadas entre las arenas movedizas del destino.
Hacia el vacío del túnel de sombras llamándola, enfiló con su robe, mortaja gastada a punto de pasar de mano, los escarpines de abrigo que también pedían basta, mas no hacían ruido en el silencio de la quietud sólo lograda en los adulterios.
Se acercó al espejo en la mentirosa visión de su antigua esbeltez y se acostó para llorar como siempre
.

viernes, 16 de mayo de 2008

NENA DE OJOS NEGROS



Nena de ojos negros, de repente
de mirada desafiante,
por largos tiempos
tu mirar como gacela.
Nena de ojos que prometen cariño,
sílfide salida del impenetrable azu,
chiquita, suave como armiño,
transparente velo de tul.
Tu cuerpo elástico,
armonioso
cisne nadando en la laguna,
evoca el estilo ceremonioso
de las reinas de los cuentos de hadas.
Nena de ojos negros
por instantes desafiantes,
musa de mis versos delirados.
Belleza imponente, junco cimbreante
en continuo movimiento.
No sé qué dones,
en momento raudo
transforman en sirena
el ardor de tu cuerpo diminuto
de forma tan intensa,
en que tu gracia y tu donaire
lo mostrás en un mínimo minuto.
La cadencia,
Tu compás, luz innata e irreverente,
son regalo de tu ser inocente.


Es tan hermosa, tan buena, su alma es el cúmulo de tanta bondad que puede con su pureza y su candor adolescente transmitir la sensibilidad etérea de la simiente virgen de la tierrra pura y soñar que alguna vez pudimos transmitir el encanto de la niñez hecha mujer.

Quizás la vida, hecha de delirios ansiedades y amores lleguen a formar parte de esta pequeña luz que la vida trajo a mí.







J U A N



















Por...
tus interminables charlas
tus indagaciones
tu persona.
Por...
tu cuerpo armónico
tu inquietud
o estasis indolente.
Por...
tu cansancio cansado,
comodón
buscador de compañía
Por...
tu llegar y quererte
te pienso grande
niño amado
Por...
tus ¡gracias! comprador
afable compañero
siempre mi amado amor.

¿ Y ESA SOMBRA?

Esa sombra estaba solapada. ¡La busqué tantas veces! De pronto habitaba en el aula, en las mañanas frescas de la escuelita de la calle Santander, allá por Parque Chacabuco, arrebujada en la capita de piel blanca que abrigaba mi cuello con frío, más tarde en el trayecto del tranvía 26 hasta Callao y Corrientes, donde las columnas heladas del Normal 9 me cercaban todas las mañanas hasta las 12, 20. Después la sombra se perfilaba engañosa ella, en las palmeras del jardín del Normal 8 de la calle La Rioja, unos meses en el 11,en el de Barracas, donde bajaba cada peldaño marcialmente por la majestuosa escalinata, al compás de la marcha militar que no recuerdo cuál era y durante siete años más tarde en medio de la fragancia de la glicina del patio de otro Normal, el 7, hasta el título sin vuelo de Maestra Normal Nacional.
¡Si recorrí Escuelas Normales! Papá cambiaba de Parques Deportivos como Jefe y yo de Escuelas Normales.
La sombra iba conmigo. Melancólica como yo. Una vez la vi. Fue en el subte. Quise distinguirla pero se escabulló en el gentío.
No la vi más. Hasta ayer. Después de tanto.
La sombra no era sombra. Era luminosa. Me cegaba. Me encandilaba y la descubrí.
…Clarito, clarito. Era ella. Me miró, la miré…estaba frente a mí.
No necesitó hablarme desde el espejo. Sólo marcó las huellas del agua vertida y la palidez que me dejaron tanta tristeza en mi cara.

lunes, 12 de mayo de 2008

QUIERO ESTA VEZ

ESTA ES UNA POESÍA QUE RECIBÍ, COMO SE NOTA AL FINAL DE ELLA DE ALGUIEN QUE LLEGÓ A MI ALMA Y HAY OTRAS MÁS, QUE LUEGO AÑADIRÉ, SI ELLA ME LO PERMITE. Me pareció espléndida para comparirla.

sin remedio

fuiste una vez y después de ello nunca nunca más
dedos posándose en los labios nunca
más dulce aquel abrazo de pasillo
mate en la cama y jaque a la tristeza
la noche no tenía puertas ni paredes
éramos nuevos y locos (easy riders)
vimos futuros tras las hilachas del pasado
"no estamos solos,
ya no estaremos solos
el aire huele amor abracadabra"
se hizo la fiesta y estuvimos nosotros
vaciaste tres barriles de promesas
mi corazón de megabloques reconstruido
tenía miedo de perder todas sus piezas
mi corazón forrado por el plástico no era de nylon
- lo juro- era un pájaro
era incapaz de cantar si no era a dúo
era incapaz de salvarse de tus flechas
mi corazón de hostia
te quería
aunque tú lo derritieras con la boca
mi corazón nunca me ha querido
es el judas que siempre me traiciona
viva mi rabia y el miedo que me tuve
viva el dolor que libera mis cuerdas
te tuve tres segundos y desde entonces
no hago otra cosa que buscarme
voy a abrir mis fauces y a engullirme
no quiero envenenarte con mi pena
mi dolor no ha dejado de estar joven
mientras yo
envejezco de tristeza
Sabeli CeballosFranco
http://forum.letrasescondidas.net/bb/index.php?showtopic=5807

sábado, 10 de mayo de 2008

CONVENTILLO DE ENTONCES

I

Me dijeron que ahí podía vivir. Casi asentí, pero supe

que me robarían hasta la radio. Cuando me lo mostraron

había dos chicos fumando paco. Dime qué diré.

Dime que si un sí hubiera sido mejor pero me quedé acá

en la isla junto al agua. No sé si me he equivocado.

No sé si el no fue la peor de mis traiciones. Pero aquí me quedé.

Con los camalotes y la bruma, el silencio se hace eco en mis gritos.

El cuchillo se hace eco de mis intentos. Pero aquí estoy,

húmedo, triste, acaso sin razón pero solo,

como una nutria que huye de sus cazadores, solo.

Solo. Tal vez la vida estaba allá. En el conventillo.

II

Como los conventillos

es un infierno

el lugar

donde he vivido

me han robado los

pedazos de carne

berreta que compré

el vino barato.

He visto comer a Patoruzú

tripa gorda frita

y alcohol fino.

Después de eso ya no

hay más que hablar

sólo soledad,

destierro

y delirio.


III

Que conste.

Desde el pasillo

que da al patio interno

del conventillo

he visto irse

de la felicidad

la hora

con las últimas tristes

de la tarde.

cimarrón
cimarrón es el seudónimo de este joven poeta del que más adelante colocaré en el blog más poesías porque tiene talento y de él he aprendido muchas veces cómo encarar un poema.

viernes, 9 de mayo de 2008

CLASE ABIERTA

Se hacía tarde y no llegaba. Sabía que la mirada irritable, eterna, de esa mujer, la recibiría para desaprobar su tardanza. Bajó rápido del colectivo, diríase que se tiraba a una pileta muy profunda. Bajó del colectivo repleto de pies inmóviles y cuerpos cansinos como el tiempo viejo. Corrió las dos cuadras como si fuera la recta final de una posta 4 x 100, entre otro mar de pies igual de inmóviles, detenidos en una estasis ininterrumpida. Subió la escalera oscura y de peldaños astillados por el traqueteo constante de frustradas bailarinas, con fatiga y susto. Escalón por escalón no dejó de pensar en ella. Siempre seria, jamás amable. ¿Por qué al conocerla se anotó en sus clases? Si podía no hacerlo. De esa mujer algo le atraía y no captaba qué. Era la mejor, la mejor, en danza contemporánea. Había recorrido el mundo con su danza. Era reconocida como la mejor
.El precio seguía siendo demasiado alto.
Llegó. No le daban las manos para cambiar su ropa por las calzas cómodas y la remera con los ojos mansos e invulnerables del Che. Acariciaban su piel diciéndole animate, seguí, es la mejor. La mejor. Con su rictus amargo, el pelo rojo suelto, aleonado, las manos palomitas en vuelo y los pies firmes remarcando con fuerza su voz.
Se descalzó. Entró por fin. Nerviosa acomodó el mechón pelirrojo que le tapaba la mitad de su cara de niña asustada. Ella no la miró. La ignoró….primera…segunda…demiplie…diagonal…la voz resonaba en la sala despejado lago Lácar. Tomada de la barra se miró en el cristal, detrás de ella la otra la observaba. Entró en pánico, ése, el que por las noches solitarias., en una oquedad buscada, la acometía y no se iba hasta la madrugada.
¿Por qué vuelvo? ¿Por qué no cambio de horario, de profesor? Sus preguntas silenciosas de todos los martes y viernes Hoy viernes otra vez.

La fecha de la clase abierta se aproximaba y le recordó a su papá.
Le gustaba bailar y bailaba como si le fuera en ello la vida. Él le pagaba las clases regularmente sin una pregunta. A papá no le interesa que baile, se lamentaba. Papá quiere nada más que apruebe las materias de derecho, pero no puedo dejar de bailar.
Clase abierta al fin. Compró las calzas y el torso que usaría.
En la sala del teatrito lleno, José se ubicó en la última fila. José, observador nato, se distraía con la gente, las luces, el programa. Marcela bailaba en la primera y segunda parte y en el cuadro final
Bailó con su cuerpo envuelto en la luz de Calíope iluminada desde el cenit.
Su saludo fue el de una hoja en la hojarasca acunada por la brisa arrastrándola a un tiempo sin final, alejándose y perdiéndose en el espacio.
José supo distinguirla entre todas, reconoció los destellos de sol brillante y luna de plata de sus cabellos y las manos aladas que corrieron a abrazarlo.
No pudo sentarse a su lado. La mata leonina y roja de otro pelo junto a él lo miraba fijamente, con lágrimas tiernas, perdidas en años pasados, años de recuerdos inolvidables, abrasándolo con las chispas de su cuerpo aún encendido.
La hoja llevada por la brisa buscó el vientre de la madre conocida de pronto.
No cambió de profesora.

jueves, 8 de mayo de 2008

LAURA

Su preocupación era pasar desapercibida. El silencio y la quietud, amigos suyos, tanto, que formaban parte de su vida. Su vida.
Vida había tenido.
Vida fue la casa de Caballito, en la vereda de baldosas rojas gastadas jugando a la rayuela,…pisa pisuela color de ciruela…la tierra…el cielo… el tejo.
Vida era la calesita del parque Chacabuco, que la mareaba aunque se atara al caballo sube y baja, pero igual se trepaba a él, porque la Dori y el Chiqui lo hacían y si ella no, se burlaban…Laura no sube…Laura tiene miedo… Laura tenía miedo.
Vida fue encontrar a Daniel. Tan lindo Daniel con su bigote incipiente y el pelo largo, lustroso, de manos suaves, nervudas. Con la voz cautivante de laúdes y cítaras y timbales a la vez.
Vida también fue el ingreso al Buenos Aires, sacrificada todo un invierno y un verano, hasta su paso con buenas notas y se abrieron las puertas del celular… y la subieron con otros a empujones y palazos y adentro nada veía ni reconocía caras.
Todas eran figuras desdibujadas en color sepia como las fotos de la caja de la abuela.
Después comenzó la otra vida, ésa de la que no hablará hasta que se siente frente al juez.
Armó su memoria, que no lograron deteriorar ni sus verdugos ni los apropiadores de su niña que ya llegó a abrazar y llorar con ella, hasta agotar lágrimas de mil gustos y colores contenidas durante largo tiempo. ¡Vaya si había aguantado!
Desenvuelta entró camino a la silla ante el juez. Sin miedo esta vez. Llevaba en sus ojos la fuerza de la justicia que buscaba.
Hoy está feliz. El mundo vuelve a ser vida para Laura y Graciela.
¿Dónde estará Daniel?
Será su próximo camino.

martes, 6 de mayo de 2008


ELOÍSA

Salgo a caminar. Estás sentada bajo la tila.
Tus manecitas finas mesan tu cabellera. Me digo, qué parecida a mí cuando adolescía. Me acerco.
Una nube oscurece más la noche. Me miras. Te miro.
Me abrazas. Lloras. Te llevo conmigo.
Esta mañana soleada me dices, “¿te acordás Javiera la noche aquella bajo la tila?
Claramente, Eloísa, respondo mientras tiendo las camas.
Javiera, yo llevaba una 32 para matarme.
No le cuento que yo tenía otra igual para mí, escondida bajo mi capa.