No podía pensar en otra cosa que no fuera ese sueter verde puesto y prendido al revés.
Por la mañana Mecha le había dado un beso como los escapados de entre las comisuras, chirle, ladeado, con apuro.
Por la mañana Mecha le había dado un beso como los escapados de entre las comisuras, chirle, ladeado, con apuro.
Él se quedó a la espera del otro cotidiano, el otro, el cotidiano. ¿Había otro cotidiano cercano? ¿Hubieron otros cotidianos? ¿Alguno cotidiano?
A ver… desde hacía tres meses, cuando fueron a ver El Secreto de sus ojos, a la salida ella lo abrazó fuerte, fuertes el abrazo y el beso. Y la miró fijo.
Estaba linda como siempre. Llevaba el sueter verde y una pollera negra. Recordaba el sueter verde porque lo habían comprado, encandilados por el furor de ese verde, juntando los últimos pesos del mes. No recordaba haberlo visto más.
A ver… desde hacía tres meses, cuando fueron a ver El Secreto de sus ojos, a la salida ella lo abrazó fuerte, fuertes el abrazo y el beso. Y la miró fijo.
Estaba linda como siempre. Llevaba el sueter verde y una pollera negra. Recordaba el sueter verde porque lo habían comprado, encandilados por el furor de ese verde, juntando los últimos pesos del mes. No recordaba haberlo visto más.
Se levantó a las 9. Había tiempo para llegar al estudio para las últimas tomas. El trabajo estaba saliendo bien y había otro en vista. Al exigente Reboira le gustaron las que vio. Hoy terminaban.
La exuberante y sensual Paula se cubría un hombro con un sueter verde fulgurante igualito al sueter de Mecha. La colorada Melisa estaba metida en una especie de vestido del mismo tono, quizás un tono más fuerte y Yami, la turca, apenas se cubría con un stapler (¿se escribe así?) también verde y unas gasas colgantes verdiazules.
¿Era él? ¿O todo era verde?
Terminaron. Quedaron en ver la compaginación completa y se despidieron.
Se acercó al coche y el sol a la chapa le daba un tinte raro, algo así como verdoso. Subió, arrancó y como los semáforos estaban todos en verde, siguió libremente. No tuvo que parar nunca.
Cuando lo sacaron debajo del colectivo, de un piso verde como el césped de la cancha de Boca, el médico el SAME le preguntó si era daltónico. ¡Hombre, pasó todos los semáforos en rojo!
Y ahora, con la pierna enyesada, un ojo tapado, un suero que lo mira desde arriba riéndose de él, entra Mecha con su sueter verde, ése reapareciendo, puesto y prendido al revés.
Cuando lo sacaron debajo del colectivo, de un piso verde como el césped de la cancha de Boca, el médico el SAME le preguntó si era daltónico. ¡Hombre, pasó todos los semáforos en rojo!
Y ahora, con la pierna enyesada, un ojo tapado, un suero que lo mira desde arriba riéndose de él, entra Mecha con su sueter verde, ése reapareciendo, puesto y prendido al revés.
Le preguntó ¿esta mañana nos despedimos o de dónde venís, Mecha?
2 comentarios:
Sonia...muy bueno el cuento!Me gustó!
Besos
Que manera especial de narrar las historias!! tienen ese no se que, que las embellece, muy bueno Sonia!!
carños
María Rosa
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