miércoles, 4 de julio de 2007

EL ALTILLO

Gastón tiene un libro en la mano y pasa las hojas una por una, pero Gastón no lee. Es una tarde de primavera y su pelo cobrizo brilla a la luz que entra por la ventana. Está sentado mirando hacia afuera en ese altillo que detesta tanto. Desde ahí ve mucho de lo que él quiere y no quiere ver. Los regalos del tío Guille, los libros que le trajo la tía Mariela y cajas con la ropa de invierno, son justamente lo que odia. ¡Y son tantos! En cambio, están las cosas que le conforman y mucho. El planisferio que le compró papá y las ropas que mamá eligió para él.
Desde la ventana del altillo, medio detrás del jacarandá que lo acompaña tantas tardes y lo esconde tantas otras, mira jugar a los chicos en la calle.
Hay uno que hace girar un trompo. Gastón piensa que es muy grandulón el pibe ése para jugar con el trompito; hay otro que se raspa las rodillas de tanto arrastrarse para jugar a las bolitas. Seguro que no tiene el bolón de colores como el suyo, que es verde con rayitas rojas, seguro que no lo tiene, se dice.
Y las chicas. Las chicas, como siempre empujando cochecitos y muñecas jugando a la mamá, haciéndose las grandes. ¡Qué tontas! Una nena de trencitas largas, hace roles y verticales.
¿No se habrá dado cuenta que se le ve la bombacha? si por lo menos se hubiera puesto pantalones se luciría más con su vertical tan perfecta, justo en perfecta vertical.
Mira jugar a los chicos como al descuido, como casi de reojo y en su descuidado mirarse se embelesan sus deseos
.
Él mira jugar a esos niños mientras se empañan sus ojos.
Entiende muy a pesar suyo que la ventana del altillo es su cómplice ideal.
Los días, con sus mañanas, sus tardes y sus noches se suceden siempre igual y su cabeza ensortijada, cabecea cargada de resentimiento y una obligada comprensión.
Y ahí está, esa voz, la oye cotidiana, que se repite, que le habla incansablemente y le recuerda fatalmente que la silla que él ocupa, no le permite jugar.

5 comentarios:

Willie Heine dijo...

Tanto la situación de la silla que lo tiene prisionero cómo lo que mira desde el propio altillo, prisión a su vez de pensamientos, el texto se desliza en forma clara y linda. Sobre ruedas y hacia el cielo. Muy bueno Sonia. Merci

Sonia Cautiva dijo...

Gracias Merci. Yo quería dejar clara su situación de esclavizado y sus emociones al pipear afuera de su mundo doloroso.
Un abrazo

Sonia Cautiva dijo...

PISPEAR quise decir. Soy muy apurada. Perdón

Willie Heine dijo...

Está clarísimo, Sonia. De nuevo me gustó mucho. Muchos cariños, Merci

Alejandro FIGUEROA dijo...

De todos modos, nunca va a existir prisión para el pensamiento. Ninguna silla de ruedas, ninguna cárcel, nada va a poder enrejar la ilusión.

Saludos, Sonia.