Locas horas huyen desaforadas en carrera acelerada. Activan la marca del tiempo con insolencia inaudita.
Las locas horas no quieren detenerse, impertinentes cumplen su misión original. La negativa a su pedido es inexorable. No entienden, no saben, no comprenden.
Las locas horas no quieren detenerse, impertinentes cumplen su misión original. La negativa a su pedido es inexorable. No entienden, no saben, no comprenden.
Él suplica, echado, en ocasos pintados de raso, inmerso en mullido asiento de pana, en obsesos delirios que no cesan. Él sueña con la muñeca bravía dotada de dones que de la forma más sutil la embellecen. Él sueña con sus ojos de jade que brillan en el sol y en la penumbra, suspira por su pelo lacio broncíneo que bordea el óvalo nacáreo con la flor rubí permanentemente en la puerta de los marfiles rectilíneos. Él la ve en su quimera de divagues, cardúmenes en plena migración a la búsqueda de dónde ir. No hace más que enloquecerse.
Su locura tiene la paz de la aurora boreal, el silencio de los templos del Himalaya, el mutismo de los cementerios. Ese gemir de su alma en sordina de las cuerdas que aporrea, lo aturde hasta la anestesia del quirófano, que lo disecciona en miles de células, millones de núcleos, trillones de nucleolos.
Él ya no es él. O sí, es él. Él es Alberto.
Alberto, archivista, recopilador de historias y ella, la diosa Luciana (¿habrá otro nombre más musical?), Luciana. Luciana es la Jefa de Redacción.
- Alberto ¿podés alcanzarle a Rodrigo el microondas a la salida? Nos completa la cocina.¡ Se pasaron en la oficina!. ¿Sí? Gracias Albert, vos siempre tan buen compañero. Cuando volvamos del viaje les haré una buena cena en casa. Los regalos de casamiento equiparon la casa.
…Los signos romanos de su muñeca, (la de su brazo)…sube la vista al adminículo blanco del escritorio de números arábigos que le hacen pito catalán ¿o ve mal? El tic tac que resuena tras el vidrio medio sucio en la pared frontal, entre Borges ¿ le hace un guiño? y Galeano con su gorra, marcan la inexorabilidad de las locas horas de amor.
Su locura tiene la paz de la aurora boreal, el silencio de los templos del Himalaya, el mutismo de los cementerios. Ese gemir de su alma en sordina de las cuerdas que aporrea, lo aturde hasta la anestesia del quirófano, que lo disecciona en miles de células, millones de núcleos, trillones de nucleolos.
Él ya no es él. O sí, es él. Él es Alberto.
Alberto, archivista, recopilador de historias y ella, la diosa Luciana (¿habrá otro nombre más musical?), Luciana. Luciana es la Jefa de Redacción.
- Alberto ¿podés alcanzarle a Rodrigo el microondas a la salida? Nos completa la cocina.¡ Se pasaron en la oficina!. ¿Sí? Gracias Albert, vos siempre tan buen compañero. Cuando volvamos del viaje les haré una buena cena en casa. Los regalos de casamiento equiparon la casa.
…Los signos romanos de su muñeca, (la de su brazo)…sube la vista al adminículo blanco del escritorio de números arábigos que le hacen pito catalán ¿o ve mal? El tic tac que resuena tras el vidrio medio sucio en la pared frontal, entre Borges ¿ le hace un guiño? y Galeano con su gorra, marcan la inexorabilidad de las locas horas de amor.
1 comentario:
Sonia: ah el amor, el amor... está muy bueno, las locas horas de amor... Un abrazo grande
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