Venías arrastrando los zapatos de tacos altos, torcidos, que te hacían trastabillar El rimmel corrido te mostraba ojerosa, irreconocible para vos cuando te miraste a la luz que recién aparecía con el día, en el cristal de una vidriera y en verdad no te identificaste, te acercaste más para verte.
De chica, en mi barrio, muy niña, cuando la rayuela era el juego cotidiano de las nenas de la cuadra, siempre llegabas primera al Cielo y eras tan hermosa.
Un pelo crespo desafiando al aire, la frente ancha, la mirada airada y el cuerpo junco entre los matorrales y brazos movidos por la brisa por las ramas de los plátanos gigantes Y los pies, los piececitos movidos a motor extraterrestre, cosa de ganar la partida eternamente.
Te seguí viendo un tiempo, con delantal blanco impecable, camino de la escuelita de la calle Santander corriendo más que caminando y también más tarde, del brazo de un chico, como vos, haciendo piruetas en el abrazo y el beso requerido.
Luego dejé de verte. Me mudé de barrio y vuelvo hoy a encontrarte en esta madrugada
¿Por qué no retorna a tus ojos profundos y enormes, el brillo, el fulgor que da el arrebato de aquel amor inocente y la hilera de tus dientes no amplían las carcajadas de tu boca, que por felices herían a los que al verlos no entendían ese amor?.
¡Si de éste, tu seductor cuerpo con el ritmo nacido de tus entrañas emanara nuevamente el halo del ave que ondula, sabio de su poder en plena caza!
¡Ah! Si volvieras a ser la pequeña Diosa del Olimpo de la calle Malvinas y fueras feliz hoy, mujer ya y callaras la voz monótona con que tarareás esta canción incomprensible que oigo salir de entre tus labios.
De chica, en mi barrio, muy niña, cuando la rayuela era el juego cotidiano de las nenas de la cuadra, siempre llegabas primera al Cielo y eras tan hermosa.
Un pelo crespo desafiando al aire, la frente ancha, la mirada airada y el cuerpo junco entre los matorrales y brazos movidos por la brisa por las ramas de los plátanos gigantes Y los pies, los piececitos movidos a motor extraterrestre, cosa de ganar la partida eternamente.
Te seguí viendo un tiempo, con delantal blanco impecable, camino de la escuelita de la calle Santander corriendo más que caminando y también más tarde, del brazo de un chico, como vos, haciendo piruetas en el abrazo y el beso requerido.
Luego dejé de verte. Me mudé de barrio y vuelvo hoy a encontrarte en esta madrugada
¿Por qué no retorna a tus ojos profundos y enormes, el brillo, el fulgor que da el arrebato de aquel amor inocente y la hilera de tus dientes no amplían las carcajadas de tu boca, que por felices herían a los que al verlos no entendían ese amor?.
¡Si de éste, tu seductor cuerpo con el ritmo nacido de tus entrañas emanara nuevamente el halo del ave que ondula, sabio de su poder en plena caza!
¡Ah! Si volvieras a ser la pequeña Diosa del Olimpo de la calle Malvinas y fueras feliz hoy, mujer ya y callaras la voz monótona con que tarareás esta canción incomprensible que oigo salir de entre tus labios.
Si me volcaras el decir de tu cuerpo empobrecido y destruido por los vapores del alcohol que me llegan. Si te abandonaras a mis brazos y te cobijaras en ellos, aunque no quieras pactar con la felicidad y permitieras que en un abrazo te dijera “hija” y mintieras un “mamá”, acá te aguardo.
3 comentarios:
Esto es de una ternura y de una entrega de amor total. Se me figura que en tu persona sos perfectamente capaz de que te hubiera sucedido. Y si asi no fue, te felicito, pues parece cierto. Un abrazo hermana, Merci
¡Ay! Sonia querida, ¡que belleza este relato!, Nuestros años, esconden tantos recuerdos e injusticia del tiempo que pasa inexorablemente, dañando nuestros íntimos sentimientos.
Un abrazo de oso para vos
María Rosa
Sonia. Qué fuerte! Me impactó el final. Yo también quedé en la sospecha de cuán verídico pueda ser...
Me encantaría poder conocernos antes de que el año termine, así dejamos de ser virtuales y nos convertimos en personas, tan sanguíneas como verdaderamente lo somos.
Te dejo un beso.
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