martes, 15 de abril de 2008

Con su sabiduría, Aldao, el Andrés, me dijo, no hay consuelo, hay dolor.
Ya no me duele el alma, me duele la carne.
La carne cercenada, mutilada, herida,
desvastada, como los restos ausentes de Hiroshima, como la violada sangre de Irán, como nuestros queridos muertos desaparecidos, como nuestras Madres, o las entrañas de América Latina, el sufrir de los desposeídos, el gemir de los niños con hambre o el de los rostros oscuros que se oscurecen más al ser discriminados... entonces mi dolor se hace chiquitito, pequeñito y a la vez se agranda como el extenso mar.
Así es mi dolor.
Surge de mis entrañas,
duele, carcome, roe.
¿Por qué? ¿Por qué?
Paren el mundo.
Quiero llorar por mí.

4 comentarios:

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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mercedes saenz dijo...

Díficiles palabras Sonia para decirte. Sobre todo a vos qué siempre tenés algo bueno. agradable y sabio para decir. Te acompaño. creo que es la mejor, hoy. Mañana desfilaran las otras palabras, las del valor, las de tratar de entender. Las de recordar para siempre, pero con el dolor en otro costado. Un abrazo enorme. Merci

A. M. Vermon dijo...

tenes que eliminar esos comentarios.


el escrito muy lindo.

es como que nuestra vida, y todas las vidas van en vías paralelas, el común de la gente se distrae en las vías paralelas, la distorción del sentido de la caridad erroneamente induce a que olvidemos nuestra vía.
el budismo enseña que nuestro deber primero es estar centrado en nuestra vía (vida) y recién allí podemos ser útiles al prójimo.
No se trata de egoísmo sino mas bien no caer en escapismo.

Bueno es lógico que vivas y digieras el momento de dolor y en el dolor: el amor.