martes, 28 de agosto de 2007



22 años
Año 2000 . Si el bar de Independencia y La Rioja no estuviera medio vacío, no la habría visto. En una mesa para dos, mirando hacia la calle, está Laura. Laura con el mismo ángel. De negro, con un gran escote y haciendo, como siempre, rulos en el pelo con la mano derecha. Ese gesto tan conocido. Trato de asegurarme, pero impulsivamente camino hacia ella. Estoy seguro que es ella. Han pasado 22 años.
Año 1978 . Es una nena, una adolescente. Alumna en Independencia y yo titular de la Cátedra: - Profesor Quiroga. ¿Le puedo hablar? Mientras recojo los libros y el piloto, la miro. Unos ojos profundos negros, picarones, me paralizan desde una cara ovalada con pelo largo. Cargada de libros y apuntes, con su mano derecha se acaricia un mechón de su pelo brillante. --Profesor, no puedo conseguir los apuntes de la clase pasada. ¿Tendrá una copia? La vuelvo a mirar antes de contestarle. Los ojos negros me atraen como jamás otros lo han hecho. Le digo que sí; la veo irse, graciosa, contenta, envuelta en algo así como una bufanda ancha, sus jeans y sus botitas cortas. La clase siguiente la llamo con un gesto y le doy los apuntes.
Esto, esto de Laura...el día que le doy los apuntes supe ya que iba a ser especial. Al salir de Independencia la encuentro en la puerta y así como así, la invito al bar. Nos vemos cotidianamente y café tras café me enamoro con todo. No nos separamos más. La misma ideología, la misma música nos unen en un círculo perfecto, en tanto dejo a Clarita, ( mi mujer) y la nena, olvidándome de todo. Los ojos de Laura son mi sostén y mi fuerza para luchar. Mis ideales y ella. Nos aferramos a una suerte de valentía, miedos, lucha. Después de cada reunión, en soledad de dos, repasamos lo hablado, lo vivido. Yo sigo en la Facultad....y un día, Tere, interrumpe mi clase desesperada. Laura no aparece por ningún lado. Como loco me muevo por todos lados. Agotados todos los resortes que dispongo y no tengo más donde ir, me siento morir. Me acobardan la angustia y el miedo. Falto a dar clase. Dejo la Facultad. Empiezo a tomar. Los días y las noches son iguales para mí. No me acuerdo cuándo Juan me rescata del infierno… paso un largo tiempo en un hospital; me voy recuperando poco a poco y consigo que me reintegren a la cátedra. Por mi militancia activa, con lo marcado que estoy, no soporto el miedo y me voy. Aún hoy estoy lleno de culpas por eso. Me replanteo constantemente el escape de aquella noche, ayudado y empujado por Juan y Tere. Debí quedarme y resistir junto a los “cumpas”. Pero para entonces Clarita me allana el camino a Brasil, donde estaba hacía unos meses con Jazmín. Me reencuentro con las dos. Allí, ni siquiera la nena hace que deje de pensar, porque mi cabeza está en Buenos Aires, en mi pasado y a pesar de saber del peligro, pego la vuelta. Instalado en lo de Teresa, de ella y los muchachos, nada. Frecuento el ambiente sin hacerme muy notorio. Busco gente, siempre esquivando, tratando que no me localicen… Una tarde tocan el timbre. Clara. Clara que me ubica por medio de gente del grupo. Clara parada en el umbral. En una mezcla de asombro, tristeza sin reproches, me abraza fuerte mientras me quedo hundido como un poste en el medio de la pampa. Le ofrezco tomar algo; temblorosa, no quiere nada. Nada. Ni siquiera una mínima explicación. Me cuenta cómo vuelve con la democracia, que fue a la facultad y le negaron todo dato y cómo encontró a la hermana de Teresa. Vuelvo a vivir con ellas ¡Cuántas culpas! En nuestras conversaciones hay silencios intensos de los que no sé salir. Hago lo imposible para hacer una vida casi normal. Año 2000. La tarde está linda. En un arranque salgo a caminar. Como siguiendo la huella consabida llego al bar, mi bar ¡han pasado 22 años! En el fondo, en una mesa para dos, una mano pequeña acaricia el mechón de un pelo brillante. ¿Es Laura? ¿Es el fantasma de Laura? Me acerco. Los ojos negros me atraen de una forma como jamás otros lo harán. Nos miramos fijo. Se levanta y sin apartar nuestras miradas, salimos tomados de la mano.

1 comentario:

Willie Heine dijo...

Sonia me pareció muy bueno lo de Laura y Quiroga. El enredarse en la desesperación casi cómo si no pudiera respirar. Termina en la misma escena de dónde empieza. Sin los apuntes pedidos ahora y con lo que con dolor tremendo marcó la vida ¡Muy bueno! Felicitaciones y un cariño enorme Merci