¿Dónde iba a acomodarse sino en un rincón con tal que no se notara, que no se le vieran los ojos gastados marrones, marrones nada? Nada, como su pelo que había sido del mismo marrón rata hasta que cambió por un rubio bien dorado, porque las canas ya hacían estragos aunque declamase que no le importara .
¿En quién iba a refugiarse sino en ese negro brilloso abetunado al que no lograba divisarle en las noches negras sus ojos renegridos?
¿En qué pensaría sino en esta loca soledad, soledad de soledades, soledad de vacíos, de caricias escondidas, perdidas, (¡que no se viera el amor!)?
¿En qué soñaría si no tenía delante, sueños, ni para hoy ni los de un mañana?
¿Para qué recordar si las heridas dolían, se clavaban, anidaban, destrozaban en lucha despareja del ruedo de las bestias, su cuerpo de niña envejecida?
Cerró los ojos, acarició el lomo complaciente, de sumisa mirada del que sirve, servidor de voluntades, de impaciencias, de fastidios, de indiferencias rebuscadas entre las arenas movedizas del destino.
Hacia el vacío del túnel de sombras llamándola, enfiló con su robe, mortaja gastada a punto de pasar de mano, los escarpines de abrigo que también pedían basta, mas no hacían ruido en el silencio de la quietud sólo lograda en los adulterios.
Se acercó al espejo en la mentirosa visión de su antigua esbeltez y se acostó para llorar como siempre.
¿En quién iba a refugiarse sino en ese negro brilloso abetunado al que no lograba divisarle en las noches negras sus ojos renegridos?
¿En qué pensaría sino en esta loca soledad, soledad de soledades, soledad de vacíos, de caricias escondidas, perdidas, (¡que no se viera el amor!)?
¿En qué soñaría si no tenía delante, sueños, ni para hoy ni los de un mañana?
¿Para qué recordar si las heridas dolían, se clavaban, anidaban, destrozaban en lucha despareja del ruedo de las bestias, su cuerpo de niña envejecida?
Cerró los ojos, acarició el lomo complaciente, de sumisa mirada del que sirve, servidor de voluntades, de impaciencias, de fastidios, de indiferencias rebuscadas entre las arenas movedizas del destino.
Hacia el vacío del túnel de sombras llamándola, enfiló con su robe, mortaja gastada a punto de pasar de mano, los escarpines de abrigo que también pedían basta, mas no hacían ruido en el silencio de la quietud sólo lograda en los adulterios.
Se acercó al espejo en la mentirosa visión de su antigua esbeltez y se acostó para llorar como siempre.
1 comentario:
Querida Sonia; el relato me encantó. Pero sabés que todo lo que te pongo es sincero y hay algo que quiero decirte. Es muy fuerte el final y eso hace que invelide algunas de las preguntas que la protgonists se hace. Es mu muy fuerte en ese contexto volver a la imagen. Le sacaria una o dos y a mi escaso juicio sería perfecto. Retumba mucho. Es muy bueno. Te felicito. Un abrazo. Merci
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