Cuando era chica, ya de pequeña, creyó ser "el pichón" de la familia.Y lo era.
Apichonada bajo las alas de sus padres ejemplares, de ramaje verde, largas, amplias, cobijada, protegida y más aún, preferida, su niñez fue de una felicidad absoluta. Con los años fue siempre "el pichón" en donde se desenvolviera.
Infortunio cruel. Actitud que había hecho suya, privilegio del que segura estaba. Creía haberlo ganado porque sí o porque no, pero acababa durando como el cubito de hielo en las manos. En cada oportunidad, ella, "el pichón", o mejor, la protegida, la necesaria, la elegida, o la ayuda en la oportunidad, o la de valores, o virtudes, o capacidades o la suscitaba empatías a primera vista. Pasó por muchas actividades y siempre era "el pichón". Con los años, ésos que la corren pareciera con apuro, hizo un mínimo cálculo de cuánto tiempo le había durado la situación de pichón y en qué menor tiempo había sido borrada de un plumazo y entiende, ahora, para su aprendizaje, que los reinados son efímeros y la atracción, como el amor, tienen finitud
4 comentarios:
Pues yo todavía me resisto a creer que para el amor hay finitud, espero no equivocarme...
Todo tiene finitud, bien contado desde abajo, desde la imposibilidad de dejar de ser pichón, hasta que te vuelan o te barren con un plumero de un golpazo. Vamos Sonia! Un abrazo Merci
Merci. Me parece que lo del plumazo: a buen entendedor, pocas palabras.
Gracias por visitar mi blog
Sonia con un abrazote
Acá estoy de vuelta querida Sonia. Y cómo decis a buen entendedor, vuelo alto, el que sabés hacer, el tuyo. Cuándo hablo de finitud es por lo que expresa el texto. Un plumero está hecho de plumas, elemento vital para volar. El hombre lo disfraza de escoba sólo para sacudir la tierra.
Podés volar a dónde querés, personalmente siempre pienso que vas a ser bienvenida. Toda la fuerza y un abrazo enorme. Merci
Publicar un comentario