Ella llegaba todas las mañanas a la escuela Normal, elegida por sus padres, previa consulta, con su único delantal de piqué, cuello redondo, con tablitas y moño grande detrás, planchado todas las noches por su mamá.
Apretada en el tranvía, ni despierta ni dormida. No sabía si quería ir a la escuela. Quería ser maestra. Quizá un soplo de aire “bueno como el pan”. ¿se decía así? haría que fuera maestra .
Apretada en el tranvía, ni despierta ni dormida. No sabía si quería ir a la escuela. Quería ser maestra. Quizá un soplo de aire “bueno como el pan”. ¿se decía así? haría que fuera maestra .
Llegaba, y al entrar, el miedo venía de muchas formas. Se mareaba o tenía náuseas, eso que le subía y le bajaba, y no desayunaba, porque era peor, o tenía frío. Siempre tenía frío.
Aurora, la canción de Sarmiento, y sus patitas flacas entraban al aula.
No recordó nunca si las maestras de la primaria alguna vez la nombraron por su apellido, porque por los nombres no lo hacían. Únicamente para entregarle el boletín la llamaban, y por supuesto, por el apellido. No registró nunca un gesto cariñoso.
Sentada en el primer banco con otra bajita como ella, trataba de hacer lo que había que hacer. Al mismo tiempo, miraba lo que se entreveía debajo de los otros delantales, gloriosos delantales blancos que la igualaba con las otras compañeras . No sentía eso que se decía envidia, eso de querer lo del otro, no. Le llamaba la atención el terciopelo o el raso que una vez supo era el nombre de esas telas.
El día que la mujer maestra enojada constantemente de 3º, le pidió a la de adelante el resultado de una cuenta y la de adelante, alta, delgada, con un brazalete negro en su brazo izquierdo quedó callada, la mujer maestra enojada constantemente, le gritó desaforada ¡bobalicona!. Largo chorro de agua se deslizó por las piernas de bobalicona hasta llegar al suelo y formó un charco que alcanzó el banco de adelante y el de ella, atrás.
A bobalicona le corrieron lágrimas por su cara blanca, desteñida, trite y se sentó en el lago de su miedo.
Ella ese día decidió definitivamente ser maestra y buena...
4 comentarios:
Tabla chica y tabla ancha. Que buena descripción todo Sonia. Era tan igual a lo que escribis en muchas partes. Me encantó. Dura la decisión no sólo la de¨ser maestra que es toda una historia. El tema de la bondad, el tema del miedo. Me parece tremendo también el tema de la bobalicona. Es fuerte y me encanta cómo está escrito. Un abrazo enorme. Merci
Intuyo que el personaje sos vos, que todo es una verdadera vivencia transformada en literatura ¿no? Y que fuiste lo que decidiste ser: una buena docente.
Un cuento corto pero fuerte, que llega, como siempre son los tuyos.
Un beso.
Gracias Merci, Ale, voy a comenzar a mejorar un poco.
Un abrazo a ambos
Sonia
Sí, Alejandro, traté de transformar ese pedacito de mi mundo en letras en papel y más luego de ser docente lo ejercí en el abordaje del cuerpo por la mente, basándome en la técnica de Therese Bertherat, que luego apliqué en la Obstetricia que fue mi profesión definitiva y que me trajo satisfacciones, porque pude aprovechar métodos, conocimiento del cuerpo y con un poco de ayuda de este espíritu mío que considera que no vale transitar la existencia si no hay vocación de servicio. Y ahora, ahora, grande me dedico a "letrear"( acabo de inventar el término) y un poco sueño y mucho veo la realidad.
Un abrazo y sigo visitándote, porque me parece buenísimo hacerlo. me hace bien
Gracias
Sonia
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