Le dijeron que cerrara los ojos.
Obedeció, se entregó. A regañadientes se entregó.
Maldita costumbre suya la de obedecer finalmente.
La de la orden tenía hermosos ojos negros. Si quedaba con la imagen de esos ojos azabaches, sería posible pasarla mejor. Debió quedarse dormido porque soñó y con la dueña de los azabaches. Le pareció que lo acariciaba y también que lo abrazaba. Estaba lindo el sueño. Porque seguro era que soñaba ¿o no? En un momento los ojos negros hablaron. - Te portaste bien muchacho. La herida era profunda. Te salvaste. Lástima que el otro murió. Le diste justo en el pecho Ahora descansá...
1 comentario:
Muy bueno!!!! Me encantan las cosas que en simples, certeras y bellas palabras dan para pensar!!! Esto es con todo respeto redondito, redondito, casi cómo hecho con compás.
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