miércoles, 24 de octubre de 2007

LA CENA

Detesto comer sola. Me da la pauta de la verdadera soledad. Pero casi siempre es así. Como en soledad, dialogo, monologo con lo servido en el plato y con el sorbo del vino tinto de la copa de cristal parecida a las que quedaron del juego de mamá..
En la otra mesa, el de los ojos negros, sólo como yo, me mira de soslayo, como yo. Al instante está parado frente a mí con intención de sentarse y compartir la cena. Y compartimos. Un boliche con música estridente, una conversación deliciosa que termina en mi departamento, algo inusual en mi estilo y mis formas.
Nunca tuve un encuentro tan acelerado. Jamás lo hubiera pensado.
Pero me gusta, me atrae, me parece que es ÉL.
Sí Él. El hombre que pocas noches después me encerró en el baño y desvalijó mi casa.
Vuelvo a mis cenas solitarias.

2 comentarios:

Willie Heine dijo...

UUUYYY que da para largo querida Sonia. En un sólo renglón se disparan diez mil ideas. En un sólo renglón vuelvo para atrás, pongo de nuevo primera y es tanta la posibilidad de caminos que debo detenerme para mirar por dónde ir. Eso tienen mucho tus relatos. Una forma de contarlos que puede armarse una película. Entregar en las manos un enjambre de abejas.Saberse lo bueno que hacen pero no pican. Felicitaciones Sonia. Detenes el instante pero igual puede verse el movimiento. Con cariño, Merci

Sandra Texeira dijo...

Que buena historia!!!!
Lo pensaré mejor la próxima vez antes de sentarme a comer con un desconocido.