SENTIMIENTO
Yo iba buscando un café donde recalar y encontré un club, de ésos de barrio, allá por Villa Urquiza. No había mesa alguna. Estaba sólo, tomando un café y le pedí la silla y me senté frente a un hombre, que peinaba canas y tenía cara de nostalgioso. Y ahí nomás vino la catarata de palabras, que me hicieron escucharlo con atención.
Él había vivido en la calle Turín, al 3.000 en Parque Chas, un pasaje paralelo a Avenida de Los Incas. A los dieciocho años tenía en su sangre el “tango”, criándose con los acordes del piano de “su vieja”, su madre tanguera, violinista. Ella que de soltera dirigía su orquesta en la calle Lavalle, justo enfrente donde tocaba De Caro, quien muchas veces se cruzaba para oírla, con la atención puesta en esa joven tan linda y buena intérprete. Ella que lo crió pegadito al teclado, entonando Uno y de quien sacó la gracia y la fiereza” su hija Paula, que es un sueño verla bailar en todas partes del mundo”. Me miró fijo y siguió contándome como en un susurro que a él el tango no lo dejó nunca más y menos él al tango. Su juventud transcurrió en ese entorno de tango y esa “madraza” de ley. Lo acunó y en sus compases y letras bebió todas las alegrías y frustraciones. Lo amó profundamente como a nada o a nadie, allá por 1956 cuando brillaban Troilo, Pugliese, Di Sarli D’Arienzo. Lo quiso, al tener en sus oídos las voces de Marino, Chanel, Fiorentino, Berón, Echagüe, Rivero y cómo no vibrar con el “Polaco”. Escucharlos lo hacían quererlos y sentirlos cada vez más, con su piel y su cuerpo al expresarlo bailando.
Al recordarlos se le eriza la piel deplorando que ellos no pudieran conocer esta época gloriosa del tango, esta nueva forma de sentir el tango, que la juventud incorporó a su existencia, después del apogeo indiscutible del rock. Este momento en que el tango se escucha interpretado por músicos venidos de toda extracción. Los que se iniciaron con el rock, los baladistas y tantos concertinos que encuentran en el 2x4 sensaciones y tonos imposibles de lograr, con virtuosismo inigualable y de excelentísima calidad.
Los ojos de este hombre centelleaban recordando: A mis 67 años me estoy remontando allá bien atrás Tengo bien presente aquella época cuando con mis 18, dos fotografías dominaban mi cuarto: Dorys Day, la rubia que me fascinaba con su voz y su belleza y “Él”. “Él”. Yo era fanático de ”ÉL”. Su voz me hacía latir el corazón y tener emociones que jamás lograron otros cantantes. Pasa sus manos por sobre su cabeza y entrecerrando sus ojos y alentado por el mutis que hago, continúa: lo conservaba en mis” discos de pasta” como a un tesoro fabuloso, con nada comparable. No faltaba a un baile tratando siempre de acercarme al escenario; que me llegara su vibración tan masculina, tan acorde con la mía. No podía conocerlo personalmente porque “las mujeres nunca te dejaban”. Siguió contando, un día.”Él”, desvinculado ya de” Don Osvaldo Pugliese” armó su propia orquesta dirigida por Armando Cupo. ¡Y cómo es la vida! Yo que soñaba con verlo de cerca ¿adónde fue a actuar? Al Club Parque Chas ¡a dos cuadras de mi casa! Y fue la oportunidad que había esperado ansiosamente.( por supuesto que eso no me lo iba a perder). Busqué el momento. Me lo crucé y lo paré Le di la mano, un abrazo y conmocionado le conté rápidamente de mi admiración. Esa noche no dormí.
Mi silencio lo instó alentó a seguir.
“Pasaron los años y yo siguiéndolo a todas partes... San José de Flores, Desvelo, El Abrojito, Avergonzado, Quemá esas cartas, Barro, Pasional. Están hasta hoy en mis oídos, temas que jamás nadie podrá cantarlos superándolo. A mis 30 años, en Mar del Plata, en la puerta del Hermitage, lo ví venir caminando hacia mí. Con su pinta sin igual, ¡ése 1,90 de estatura! Pasó a mi lado y le dije – Flaco. Sí Yo siempre te admiré. Te conocí a los 18, te abracé en el Parque Chas Fuiste, sos y serás mi ídolo. - ¿Qué hacés? Y...loco de alegría al verte. ¿Vamos a tomar una copa? Si. Hoy estoy “de franco”... Vení, vamos al lobby del hotel. Y nos bajamos un Napoleón.
Él recostado en un sillón. por lo bajo, al oído me cantó todo.” Mi recital” duró lo que duran los sueños esperados. Largo y delirante. Toda la noche. Para no olvidarlo más. En los años venideros, creí que aquello había sido un sueño. Pero no. Fue realidad.
El tema cada vez me cautivaba más. Pensé que sería una nota bárbara en la revista del tango en que yo siempre escribía una historia tanguera. Encontrarme justo con alguien que me contara intimidades del tango. No creí encontrar así, de pronto, inesperadamente, una nota.. Pedí otro café. Ni se dio cuenta que yo bebía sus palabras para no agarrar la lapicera, ¡tales eran sus recuerdos!
Pasaron muchos años, - siguió, - lo volví a encontrar cuando él tenía 71 años en Triunvirato y Los Incas y lo abracé nuevamente con ese abrazo de hermano, ese abrazo que nos une a los tangueros de las milongas de Buenos Aires y que el mundo entero ha llegado a comprender y a aprendeher. Lo abracé con ese abrazo loco que provoca la admiración, con el estertor interno que se mece en el 2 x 4, y se trasunta bien metido en el pecho, allí bien cerquita al corazón. Con ese ritmo, con el abrazo de la pareja y con los pies dibujando maravillas.
Me contó que actuaría de noche en La Cumparsita y que debía haberse negado, porque ya no trasnochaba más. Pero llegó el día fijado y fue. Y yo también. Hicimos tiempo en Taconeando, tomando una cop., - Juan, tengo miedo, es como si fuera a cantar por primera vez. Eran las tres de la mañana, hora de entrar.
¿Cómo estoy? Se arregló los gemelos, la traba de su corbata, yo le acomodé el cuello. Me preguntó - ¿Hay muchas arrugas en la “raca”? Y le dije, nada que ver, subí y matás . Flaco. Subí y matá que sos un grande.
Pichuquito que lo amaba y comprendía hasta el paroxismo acomodando su bandoneón, le preguntó ¿qué va?
No lo sé. (Mirándolo de costado).Y Pichuquito con los ojos arrasados de lágrimas de emoción, arrancó con “Ciego”.
Mató El público, la mayoría seguidores a muerte como yo, deliraba, y “Él” cantaba con un pulmón sólo .¡ Grande Flaco!.Fue una noche exclusiva, total e irreproducible.
Año y medio después, internado en el Hospital Tornú, enfermo terminal, con 73 años, sus amigos del alma, entre ellos yo, hicimos lo que los del tango entendemos que debe ser así. No abandonarnos. Y no lo dejamos solo. Uno se muere y no lo admitimos. Nos amparamos hasta el final.
“ÉL”, el Flaco, el tango, la acompañada soledad del tango, somos la melancolía de Buenos Aires. Somos Barracas, Lavalle, Ensenada, Flores, “piqueteros” “cartoneros”, milongueros, gente bien, la barriada, los insomnes trasnochados, los muchachos
concertistas, LOS TANGUEROS...los distintos, los iguales, los unidos en el canto a la madre, al amor, a Buenos Aires. Los que cantan la tristeza, su fiereza y esas ganas de vivir.
¿Me comprendés, pibe? Los del tango tenemos la misma esencia, melancólica y romántica. Como Él. El Flaco es el tango y Buenos Aires.
Yo iba buscando un café donde recalar y encontré un club, de ésos de barrio, allá por Villa Urquiza. No había mesa alguna. Estaba sólo, tomando un café y le pedí la silla y me senté frente a un hombre, que peinaba canas y tenía cara de nostalgioso. Y ahí nomás vino la catarata de palabras, que me hicieron escucharlo con atención.
Él había vivido en la calle Turín, al 3.000 en Parque Chas, un pasaje paralelo a Avenida de Los Incas. A los dieciocho años tenía en su sangre el “tango”, criándose con los acordes del piano de “su vieja”, su madre tanguera, violinista. Ella que de soltera dirigía su orquesta en la calle Lavalle, justo enfrente donde tocaba De Caro, quien muchas veces se cruzaba para oírla, con la atención puesta en esa joven tan linda y buena intérprete. Ella que lo crió pegadito al teclado, entonando Uno y de quien sacó la gracia y la fiereza” su hija Paula, que es un sueño verla bailar en todas partes del mundo”. Me miró fijo y siguió contándome como en un susurro que a él el tango no lo dejó nunca más y menos él al tango. Su juventud transcurrió en ese entorno de tango y esa “madraza” de ley. Lo acunó y en sus compases y letras bebió todas las alegrías y frustraciones. Lo amó profundamente como a nada o a nadie, allá por 1956 cuando brillaban Troilo, Pugliese, Di Sarli D’Arienzo. Lo quiso, al tener en sus oídos las voces de Marino, Chanel, Fiorentino, Berón, Echagüe, Rivero y cómo no vibrar con el “Polaco”. Escucharlos lo hacían quererlos y sentirlos cada vez más, con su piel y su cuerpo al expresarlo bailando.
Al recordarlos se le eriza la piel deplorando que ellos no pudieran conocer esta época gloriosa del tango, esta nueva forma de sentir el tango, que la juventud incorporó a su existencia, después del apogeo indiscutible del rock. Este momento en que el tango se escucha interpretado por músicos venidos de toda extracción. Los que se iniciaron con el rock, los baladistas y tantos concertinos que encuentran en el 2x4 sensaciones y tonos imposibles de lograr, con virtuosismo inigualable y de excelentísima calidad.
Los ojos de este hombre centelleaban recordando: A mis 67 años me estoy remontando allá bien atrás Tengo bien presente aquella época cuando con mis 18, dos fotografías dominaban mi cuarto: Dorys Day, la rubia que me fascinaba con su voz y su belleza y “Él”. “Él”. Yo era fanático de ”ÉL”. Su voz me hacía latir el corazón y tener emociones que jamás lograron otros cantantes. Pasa sus manos por sobre su cabeza y entrecerrando sus ojos y alentado por el mutis que hago, continúa: lo conservaba en mis” discos de pasta” como a un tesoro fabuloso, con nada comparable. No faltaba a un baile tratando siempre de acercarme al escenario; que me llegara su vibración tan masculina, tan acorde con la mía. No podía conocerlo personalmente porque “las mujeres nunca te dejaban”. Siguió contando, un día.”Él”, desvinculado ya de” Don Osvaldo Pugliese” armó su propia orquesta dirigida por Armando Cupo. ¡Y cómo es la vida! Yo que soñaba con verlo de cerca ¿adónde fue a actuar? Al Club Parque Chas ¡a dos cuadras de mi casa! Y fue la oportunidad que había esperado ansiosamente.( por supuesto que eso no me lo iba a perder). Busqué el momento. Me lo crucé y lo paré Le di la mano, un abrazo y conmocionado le conté rápidamente de mi admiración. Esa noche no dormí.
Mi silencio lo instó alentó a seguir.
“Pasaron los años y yo siguiéndolo a todas partes... San José de Flores, Desvelo, El Abrojito, Avergonzado, Quemá esas cartas, Barro, Pasional. Están hasta hoy en mis oídos, temas que jamás nadie podrá cantarlos superándolo. A mis 30 años, en Mar del Plata, en la puerta del Hermitage, lo ví venir caminando hacia mí. Con su pinta sin igual, ¡ése 1,90 de estatura! Pasó a mi lado y le dije – Flaco. Sí Yo siempre te admiré. Te conocí a los 18, te abracé en el Parque Chas Fuiste, sos y serás mi ídolo. - ¿Qué hacés? Y...loco de alegría al verte. ¿Vamos a tomar una copa? Si. Hoy estoy “de franco”... Vení, vamos al lobby del hotel. Y nos bajamos un Napoleón.
Él recostado en un sillón. por lo bajo, al oído me cantó todo.” Mi recital” duró lo que duran los sueños esperados. Largo y delirante. Toda la noche. Para no olvidarlo más. En los años venideros, creí que aquello había sido un sueño. Pero no. Fue realidad.
El tema cada vez me cautivaba más. Pensé que sería una nota bárbara en la revista del tango en que yo siempre escribía una historia tanguera. Encontrarme justo con alguien que me contara intimidades del tango. No creí encontrar así, de pronto, inesperadamente, una nota.. Pedí otro café. Ni se dio cuenta que yo bebía sus palabras para no agarrar la lapicera, ¡tales eran sus recuerdos!
Pasaron muchos años, - siguió, - lo volví a encontrar cuando él tenía 71 años en Triunvirato y Los Incas y lo abracé nuevamente con ese abrazo de hermano, ese abrazo que nos une a los tangueros de las milongas de Buenos Aires y que el mundo entero ha llegado a comprender y a aprendeher. Lo abracé con ese abrazo loco que provoca la admiración, con el estertor interno que se mece en el 2 x 4, y se trasunta bien metido en el pecho, allí bien cerquita al corazón. Con ese ritmo, con el abrazo de la pareja y con los pies dibujando maravillas.
Me contó que actuaría de noche en La Cumparsita y que debía haberse negado, porque ya no trasnochaba más. Pero llegó el día fijado y fue. Y yo también. Hicimos tiempo en Taconeando, tomando una cop., - Juan, tengo miedo, es como si fuera a cantar por primera vez. Eran las tres de la mañana, hora de entrar.
¿Cómo estoy? Se arregló los gemelos, la traba de su corbata, yo le acomodé el cuello. Me preguntó - ¿Hay muchas arrugas en la “raca”? Y le dije, nada que ver, subí y matás . Flaco. Subí y matá que sos un grande.
Pichuquito que lo amaba y comprendía hasta el paroxismo acomodando su bandoneón, le preguntó ¿qué va?
No lo sé. (Mirándolo de costado).Y Pichuquito con los ojos arrasados de lágrimas de emoción, arrancó con “Ciego”.
Mató El público, la mayoría seguidores a muerte como yo, deliraba, y “Él” cantaba con un pulmón sólo .¡ Grande Flaco!.Fue una noche exclusiva, total e irreproducible.
Año y medio después, internado en el Hospital Tornú, enfermo terminal, con 73 años, sus amigos del alma, entre ellos yo, hicimos lo que los del tango entendemos que debe ser así. No abandonarnos. Y no lo dejamos solo. Uno se muere y no lo admitimos. Nos amparamos hasta el final.
“ÉL”, el Flaco, el tango, la acompañada soledad del tango, somos la melancolía de Buenos Aires. Somos Barracas, Lavalle, Ensenada, Flores, “piqueteros” “cartoneros”, milongueros, gente bien, la barriada, los insomnes trasnochados, los muchachos
concertistas, LOS TANGUEROS...los distintos, los iguales, los unidos en el canto a la madre, al amor, a Buenos Aires. Los que cantan la tristeza, su fiereza y esas ganas de vivir.
¿Me comprendés, pibe? Los del tango tenemos la misma esencia, melancólica y romántica. Como Él. El Flaco es el tango y Buenos Aires.
“Alberto Morán, vive.” El Flaco y el Tango y Buenos Aires, son el pueblo. “ÉL” es como su San José de Flores.
Escuchá bien esto, pibe
no es que me arrepienta hoy,
que estoy enfermo:
quisiera decirles se sepan cuidar:
mujeres y copas y noches de fiesta
¡Yo triunfé en todo eso y aquí está el final!
Media noche
A.Troilo – H. Gagliardi
¡Quién me iba a decir que buscando una silla en un café, me iba a encontrar con semejante historia!
El lunes la mando a la editorial.
Sé que si Remo estuviera vivo, estaría cantando con los pibes cartoneros con su pinta y su eterna humildad de barrio. Este relato esrá hurtado de uno de los tantos de mi hermano. Es totalmente verídico, auténtico.Una "ranada mía"
no es que me arrepienta hoy,
que estoy enfermo:
quisiera decirles se sepan cuidar:
mujeres y copas y noches de fiesta
¡Yo triunfé en todo eso y aquí está el final!
Media noche
A.Troilo – H. Gagliardi
¡Quién me iba a decir que buscando una silla en un café, me iba a encontrar con semejante historia!
El lunes la mando a la editorial.
Sé que si Remo estuviera vivo, estaría cantando con los pibes cartoneros con su pinta y su eterna humildad de barrio. Este relato esrá hurtado de uno de los tantos de mi hermano. Es totalmente verídico, auténtico.Una "ranada mía"
1 comentario:
Sonia: Es particularmente simbólico para mi. Los términos, los lugares, las personas. La música. Especialmente la letra. En cada frase, sin querer, mi memoria se remontó a lugares muy especiales. Asoció tiempos y momentos que suavemente, cómo las melodías más suaves del tango, agradablemente no se van jamás. Personas que no se van jamás. Felicitaciones!!!!. Merci
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